20 de junio de 2006

A propósito de la Sintonía Bipolar

No es una pena que no entiendas lo que escribo. Y si es una verdadera lástima, despues de todo no es rentable que lo explicites, pues como quizás lo imaginas no eres el epicentro de mi tinta.
Verás (y ésto si que es complejo), tu no apareces en la antesala de mi silencio cuando me desparramo sobre renglones. Es una tregua que me regalo sin tu consentimiento; ¿acaso podrás culparme? Crucifícame, soy loca (¿contento ahora?). Puedes creer de mi lo que quieras, nada hará que llore estupefacientes que no me corresponden.
Como dije al principio, no tiene caso que intentes comprenderme ahora, si cuando estube de cuerpo y fiebre ante tus pupilas de scaner no pudiste aceptarme. Es claro y entendible que no entiendas nada de principio a fin, porque soy yo la que intenta decirte NADA con el fin en el principio (o al menos no presisamente a tí).
¿Tiene peso la nada?- me pregunto- ¿ésta nada te significa o mas bien te repudia?...
No pretendo estorbar con mis alas de libélula en tu estanca miopía, ¡tenga piedad de mi Sr Esquema!
Al final de cuentas, con tus concluciones puedes hacer burbujas, que es casi lo mismo que la cantaleta mil veces repetida.
Co-habitemos- te propongo (yo aqui con mis libertades trotamundas, tu allí con tus prejuicios) en el mismo engranaje exquisito de la vida.
Sibila retruca su
antepenultimo ancho titiritésco.

12 de junio de 2006

Con dejo de Edipo

Y la ves a ella, cansada de patear el mundo con silencios y cuentas que pagar; con recibos amarillos y recetas del médico. La ves pasar frente a tu sillón, ocupando el poco lugar que queda entre el trono y el televisor y antes de lanzar la impecable puteada diaria, la volvés a mirar: su pelo negro amenazado por las primeras canas; su cuerpo diminuto y movedizo, sus ojos cansados y desteñidos. La ves pasar frente a tu mirada que no sabe decirle brazos, ni estrellas, ni amor; que ya no sabe descubrirla y adivinarla en la oscuridad.

Esa mujer, que interrumpe tu romance con el fútbol y te habla detrás de la página de diario como resoplando notas de auxilio, de cariño; que hace preguntas pueriles desde la cocina; que grita cuando habla por teléfono; que lidia con los desaires de una casa de paredes despintadas y con los silencios mortecinos de un marido cansado ya de verla pasar. Esa mujer que alguna vez te inspiró un amor febril y supo hipnotizarte con sus caderas generosas. Esa, que hoy busca debajo de la cama algún vestigio de esos años, esa mujer, a veces, se parece a tu madre.

7 de junio de 2006

El talismán fagocita nubarrones varios y se resiste a la asquerosa y urbana humedad (peligrosa incluso en estos tiempos). Las pupilas que se dilatan corren locas por el suelo, buscando motivos para babear sobre el asfalto impunemente. Un día de humedad como cualquier otro, calavérico, imsomne, gentilmente regalado. Climáticamente fatídico y hermoso... una ganga, una ofertita incluso en estos tiempos.
Sibila meteorológica