31 de diciembre de 2008

Feliz 2009.




Hay ciertas cosas que tengo que decir ahora. No después. Después es un invento, una mentira descomunal.

Hay cosas que hay que decirlas aunque suene a destiempo, aunque huela a viejo (a veces hace mucha falta).

Después no porque después es mucho tiempo, una violencia nauseabunda, una esperanza que pincha y se aleja. Cierto calvario de esperanzas sin precedentes. Sin garantías.

Después es la mentira, es el olvido, la postergación, y esas son cosas que tenemos que empezar a fusilar, de a poco, con cuidado, con mucha poesía, con mucho abrazo.
Y después no hay nadie. Ni vos, ni ellos, ni yo.

Después nos va a encontrar hoy mismo. Cuando salgamos a mirar el mundo y nos duela un poco y nos queme bastante.

Por eso hay cosas que tengo que decir ahora.

Ahorita mismo vamos a decir feliz año nuevo. Y tenemos que creerlo: Este año debe ser feliz.
Sin bombas en Gaza, sin genocidas sueltos, sin chicos muriendo de hambre, sin menores imputables.

Este nuevo año tiene la obligación de ser un año feliz. En el que se fue tuvimos que parir algunos corajes, conocimos miedos indecibles, nos bancamos infamias, la corrupción absoluta, deslealtades, rencores, insultos. Nos bancamos mucha mala suerte, mucha mala leche y demasiadas muertes, demasiada negrura de antemano.

Pero supimos sostener la palabra. Y gritar justicia cuando estaba hecha, cuando hacía mucho tiempo tendría que haber estado hecha.

Siempre pienso que más tarde y lejos de ahora, sólo va a quedar la palabra. Y es justamente lo que va a importar: Que siempre, siempre podamos decir gracias.

Asi que tambien tengo que agradecer algunas cosas. Gracias a toda esa gente que me hace libre. Gracias por todas esas hermosas noches y días entre conocidos que se aman, entre amigazos de los que hay pocos. Gracias por este calor inédito que me da sentirme parte de algunos, de querer a mucha gente, de vivir ciertas miradas que atormentan y hechizan, de sentirme muchos en pocos abrazos. Gracias por el calvario y su delicia, por los buenos recuerdos y por los malos que enseñan. Gracias por el beso y por el abrazo. Gracias por lo inconmensurable de esta vida. Y gracias a mis amigos, a mis compañeros, que desde que los conozco me han enseñado que el mundo, este mundo, es un lugar lleno de posibles.

Nos pasaron muchas cosas y sin embargo supimos abrazarnos cuando era necesario. Supimos seguir construyendo, seguir sembrando. A pesar de las angustias, a pesar de esas palabras dichas que no se deshacen y duelen bien adentro.

Supimos querernos, saborear un buen beso, compartir la amistad –esa que se sale del cuerpo de tan inmensa-.

Supimos ser amigos, ser compañeros, ser gente que se quiere, ser gente que se admira.
Y eso basta.

Así que tiene que ser así –dicen que los años impares son buenos-.
Este año nuevito y en pañales debe ser un año feliz.

Para los amigos del alma, para los compañeros,
para la gente que amo.
Feliz 2009.
Nati.-
29 de diciembre de 2008.
Pintura: Xul Solar

29 de diciembre de 2008

Amamos tanto a Julio


"Dejame ver algún día como ven tus ojos"




“La rayuela se juega con una piedrecita que hay que empujar con la punta del zapato. Ingredientes: una acera, una piedrecita, un zapato y un bello dibujo con tiza, preferentemente de colores. En lo alto está el Cielo, abajo está la Tierra, es muy difícil llegar con la piedrecita al Cielo, casi siempre se calcula mal y la piedra sale del dibujo. Poco a poco, sin embargo, se va adquiriendo la habilidad necesaria para salvar las diferentes casillas (rayuela caracol, rayuela rectangular, rayuela de fantasía, poco usada) y un día se aprende a salir de la Tierra y remontar la piedrecita hasta el Cielo, hasta entrar en el Cielo, lo malo es que justamente a esa altura, cuando casi nadie ha aprendido a remontar la piedrecita hasta el Cielo, se acaba de golpe la infancia y se cae en las novelas, en la angustia al divino cohete, en la especulación de otro Cielo al que también hay que aprender a llegar. Y porque se ha salido de la infancia se olvida que para llegar al Cielo se necesitan, como ingredientes, una piedrecita y la punta de un zapato”.





"No renuncio a nada, simplemente hago todo lo que puedo para que las cosas me renuncien a mi."




"La gente se cree amiga porque coincide algunas horas por semana en un sofá, una película, a veces una cama, o porque le toca hacer el mismo trabajo en la oficina. De muchacho, en el café, cuántas veces la ilusión de la identidad con los camaradas nos hizo felices. Identidad con hombres y mujeres de los que conocíamos apenas una manera de ser, una forma de entregarse, un perfil. Me acuerdo, con una nitidez fuera del tiempo, de los cafés porteños en que por unas horas conseguimos librarnos de la familia y obligaciones, entramos en un territorio de humo y confianza en nosotros y en los amigos, accedimos a algo que nos confortaba en lo precario, nos prometía una especie de inmortalidad. Y ahí, a los veinte años, dijimos nuestra palabra más lúcida, supimos de nuestros afectos más profundos, fuimos como dioses del medio litro de cristal y del cubano seco. Cielito del café, cielito lindo. La calle, después, era como una expulsión, siempre, el ángel con la espada flamígera dirigiendo el tráfico en Corrientes y San Martín. A casa que es tarde, a los expedientes, a la cama conyugal, al té de tilo para la vieja, al examen de pasado mañana, a la novia ridícula que lee a Vicki Baum y con la que nos casaremos, no hay remedio."





"Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos"
Rayuela - Julio Cortázar
1er dibujo: Cortázar, por Ricardo Carpani.
2do dibujo: Rayuela, autor desconocido.

15 de diciembre de 2008

Falta de alas




Me conformaría poder llorar de vez en cuando. No un llanto catastrófico ni absoluto ni redentor ni mucho menos.

Un buen llanto cada tanto para liberar ciertas angustias, ciertas incomodidades que me pesan, ciertas dudas de esas que molestan hasta el hartazgo.

Un llanto despacito, como a mí me gusta. Un llanto que me libere de tu boca.

Bastarían un par de lágrimas, no muchas. Algunas lagrimitas que sepan decir que ya te fuiste y que me lo tengo que aprender. Para salir a encontrar de nuevo.

Supongo que debería ser simple.

No debería demandar mas que un par de minutos, y quizás luego un vaso de vino para acompañar el logro y la desidia de encontrarme sola, otravez y comosiempre.

Pero no puedo.

Últimamente se me está haciendo difícil cumplir con ciertos errores (de esos que amaba). Y cumplir también con las decisiones tomadas desde hace un tiempo.

No creo que sea irresponsabilidad.

Creo que es la falta de alas que vengo sufriendo.

Por la decisión de un destino malvado o quizás sólo mala leche, mis alas se han ido hace algunos meses y no han vuelto.

Es una lástima. Una tristeza grande.

Antes solía volar seguido. Aleteaba este mundo cada tanto y cantaba mucho y besaba mucho y me sonrojaba más seguido. Y me gustaba la mirada linda, el verso silencioso, el abrazo compañero, el juego entre las sábanas.

Hoy vuelo bajito, lo cual es una pena porque odio estar atada al suelo por un tiempo prolongado.

En fin. Ando extrañando mis alas. Y el conformismo simple que me daría un buen llanto, no de los que inundan, pero sí de los que liberan.

Pero como me faltan mis alas grandes, prefiero que el llanto no venga por ahora. Si viniera no tendría en qué irse volando. Y tendrían que quedarse mis penitas atadas a mi lado, andando cerca, revoloteando, o peor aún, recordándome por qué andan cerca de mí.

Y eso sería una verdadera molestia. Y una sincera lástima.


Na.-
Dibujo: El Principito, de Antoine Saint Exupèry