♣ Palabreando hasta las cenizas. Revolviendo el viento, desde la piel al aire. Y ViceVersa ♣
31 de diciembre de 2009
Para que sigamos haciendo del mundo un lugar un poco más lindo el año que comienza...
Les deseo mucho...
Pero mucho...
CULO en 2010 ¡Buen comienzo, y que les garüe finito!
Dibujos: 1- No sé 2- Mariano Lucano 3- Banksy
La ambigüedad de bocacalle las herrumbres un cielo que parpadea cada dianoche sin quejarse.
Los silencios que me susurran palabras cada tarde cuando el reloj marca las 5.
Hoy estoy siendo en esta bocanada de humo.
La simpleza es un lugar tibio y cómodo donde uno podría quedarse quietamente rato largo. Sin embargo elijo la voracidad de lo complejo, el camino de piedras, algunos fracasos, las victorias infinitas.
Elijo existir en esta bocanada de humo, en su silueta de mujer.
Elijo los fracasos porque detrás hay nuevos mapas, más personas, el tumulto enardecido, la soledad implacable.
Elijo ser en otra gente. Desmembrarme l'alma y repartirla. Verla volar, victoriosa, entre los míos.
Elijo la calma de una noche cualquiera para escribir estas cosas. Para llorar o para arder. Para nombrar lo que me falta.
Elijo ver -y no mirar-. Elijo tocar. Elijo destruir los muchos muros que oxidan la piel. Elijo sembrar.
Elijo el gesto. La palabra. Una mirada, un abrazo. El amor. Elijo el amor.
Y si todo fuera un poco distinto. Si ese beso hubiera sido en otro momento, pero igual. Igual de dulce, igual de espontáneo, en el lugar que más me gusta… si hubieran faltado todos ellos, si sintiera que fuiste sincero, si hubiera calma.
No te soltaba, no hubiera dejado que te fueras, no cabría mi corazón, hinchado de vos, en este mundo.
Y te invento. Invento tus manos recorriendo estas soledades. Invento tu boca detrás de la noche, delante de mí, diciendo lo que no digo, sin decirlo.
Te besaría tanto.
Y la verdad es que no es raro.
Suelo amar a hombres maravillosos, pero ocupados o locos. Y me duele tanto.
Esta falta.
Esta ausencia de boca. De tu boca.
Necesito de tu abrazo, ahora. De tus manos que miman, de tu voz dulce diciendo mi nombre.
Pero no estás.
Y sin embargo yo sí estoy, acá, encontrándome con que te necesito, siendo que nunca te tuve antes.
Te besaría tanto. Te recorrería entero con esta boca.
Te haría el amor, intermitentemente, despacio, muchas veces.
Te nombraría cada tarde, como lo hago siempre, cada vez que el reloj marca las 5. Diría tu nombre de aire y entendería lo que me falta, esas pocas sílabas que me hablan de otra cosa, que no es esta soledad, ni esta mentira que me vendo a mí misma, cada día.
Por suerte existen estos momentos, donde puedo nombrarte y tocarte aunque no estés. Por suerte sé consolarme. Tengo palabras y alas. Sí. Por suerte todavía tengo todas estas palabras.
(un plato vacío en la cama, mis cigarrillos, Huerque Mapu)
ahi afuera hay otros
que no son muros (y saben que los nombro)
hoy hace pocas palabras de las que se dicen
y muchas de las que se escriben
(cuando era chica, muy, le robe el sacapuntas a un compañero de la escuela -y todavía lo tengo-)
hoy hacen ganas de hacer otras cosas que escribir en este lugar
darle nombre a lo que tengo que no se llama
(hace poco tiempo prometimos regalarnos con amigos, léase regalarnos de hacernos regalos, y sentí una cosa tan grande, tan mía, como un amor raro por gente que no conozco tanto, que me sentí egoísta)
hoy hace cierta locura y nostalgia y felicidades pequeñas
(lo cierto, lo absolutamente cierto, es que cuando quise verte no te vi, y tenía preparado todo lo que te iba a decir, las posturas, las miradas, los sortilegios hechos la noche anterior)
No existe.
No existe el relámpago ni la piel
si no los encuentro bajo la almohada
o entre mis piernas.
Es mentira este elíxir de madrugada
esta verdad de invierno
esta necesidad de vientre y abrazo.
Por mis huesos navega el semblante de un reflejo
la inmensidad de un parpadeo
y cierto rumor a vasco en mis orillas
-las que se oponen a la injusticia, a la voracidad del tiempo y el mundo-
No existe.
No existe mi carne en la dulzura de la noche
ni los otros ojos que me miran
más allá de este papel que los nombra los crea los sostiene.
Y aquí, los enhebra.
Aquí, los festeja.
30 de junio de 2009
darse cuenta
por accidente
que atrás y adelante y también a los costados
siempre
arriba y abajo va la vida tramando algo enfurecida o titilando
De cruzar los dedos una tarde de otoño. Y justificar mi remota felicidad con hojas secas que están ahí debajo de mis pies. Afinadas y certeras, para que me canten hojas secas cuando las camine.
Buscar el sol en la vereda porque la sombra es fría en otoño. Y el sol abraza lindo, curiosamente.
Hablar de frazadas y descubrirlas, a mis favoritas, las que estuvieron desterradas por meses debajo de mi cama. Y sacarlas al patio para que agarren olor a otoño. Y acurrucarme con ellas luego para jugar a soñar durante varias horas.
Puedo convivir en paz con mis papeles y con el mundo cuando hace otoño. Mi otoño. El que me regala hojas secas y no se llueve (otoño no se atrevería a nublarse ante estos ojos).
Ahora miro la ventana mientras tomo el café con leche. Hoy en mi patio hace un otoño hermoso, descomunal.
La enredadera silva un tango mientras desparrama hojas. Y el hornero que hizo casa sobre la ventana, anda buscando hijos con su compañera.
Sí. Definitivamente puedo cruzar los dedos y justificar mi remota felicidad con estas cosas.
10 de junio de 2009
Hoy escuché a una profesora decir que el sentido común es el menos común de los sentidos. La entendí más tarde, probablemente por pereza. Pero es cierto: lo obvio es tan obvio algunas veces que constantemente lo pasamos por alto (como esta mismísima afirmación).
Empezar a darle sentido a estas secuencias de rutinas insalvables.
Y salvarnos de a todos. De una buena vez por todas.
Agotar el espacio entre lo dicho y lo callado.Y salvarnos.
De la desmemoria el desinterés y las dosis descomunales de bizarriedad que consumimos.
Salvarnos del cuarteto de nostalgias e historias trilladas que todavía seguimos creyendo.
Salvarnos del absurdo de la palabra cuando no es sincera. Y de la repetición continua de lo mismo, siempre.
Salvarnos de la lumpecracia que abunda y que tozudamente se mantiene en el mismo sitio desde hace siglos. Sin mover un puto pelo sin cambiar una sola palabra.
Salvarnos de esa parte de lo cotidiano que agobia y aburre y machaca la cabeza hasta el cuadrado.
Salvarnos de la racionalización absoluta de todo lo que existe. Del objetivismo. De la seriedad. Burlarse con altura de la historia es un buen ejercicio cuando se sabe hacer (bien nos lo enseñan los videos de Peter).
Salvarnos de la droga mediática que arremete sin remedio. Y de los portavoces de ninguna voz que valga realmente la pena.
Salvarnos de los revolucionarios de estampilla. Y su par de fotocopias revolucionarias (manifiestos del finado líder) leídas con cansancio y sin vergüenza.
Salvarnos de Otto Vargas, de Elisa Carrió y de Mauricio Macri y su Va a estar bueno… ¡Las pelotas va a estar bueno!
Salvarnos de la educación estándar, encasillada y agotadora. Y de los simposios de sabios referentes de la nada que no tienen nada nuevo que decir.
Y entonces también:
Salvarnos de la impartición indiscriminada de pensamiento vacío, de la Crítica Lanata o la crítica por la crítica misma.
Tan empapado de soles celestes y terrazas desiertas...
Me regocijo ante la existencia del río. De su noche caliente. De su abrazo milenario.
Camino esta calma tan colmada de pequeñas verdades, de magníficos misterios.
Me rompo en este abrazo que acabo de nacer, entre palabras, para usted
Poeta del Ah!mor... que será de vos allá donde hayas ido, imagino que directo al corazón de una palabra, como decía Paco. Allí donde tu alma, l’alma se sienta completita y cantora,
como lo era cuando habitabas estas latitudes...
Vamos a extrañar un poco bastante tus abrazos de río y niebla, de amigo y hermano
Y tus palabras, tanto tanto, nos van a faltar tus palabras...las del amor las del agua las de la vida, esa que tanto te sobraba
Te abrazo, desde este lado del río al que supiste cantarle con unos pocos versos
Las despedidas, rompen, por eso te saludo. Tiro una botella al infinito para que la encuentres
-adentro hay varias palabras, de esas que te pertenecen-
Te vuelvo a abrazar en esta escritura, que te corona, hermano, debajo de los vaivenes de la noche.
A Horacio
Poeta en la terraza... A Mario Poeta de acá enfrente...
La cachiporra tendida en el estómago. Me cuesta imaginar que un hombre o mujer con cachiporra pueda amar. A veces pienso que debe ser un amor menos humano, o menos intenso. Un amor muy lejos de nosotros, los que para pegar usamos las manos.
Un hombre que se llama Santiago, ponele, (porque me gusta ese nombre) sabe descubrirme en otro mundo. Y esto de que no haya frío cada vez que me toca. A veces creo que me falta tanto para aprender a amar que me agarra nostalgia de futuro. Una nostalgia muy lejos de esta vida de ahora, esta vida que me sobra, me envuelve, me enamora.
La guitarra ardiendo en la garganta. Me resulta fácil imaginar que un hombre o una mujer con guitarra en las manos o en el corazón (que son los más) sepan amar. Si tiene música en los dedos o en el alma, debe amar de formas indescriptibles, casi asustadizas. De formas que nosotros, los que llevamos la mitad del mundo preguntándonos por el amor, no conocemos. Y eso me da ganas de saber, de explorar.
Bajo este cielo de otoño hay otro nombre, uno que no es Santiago ni está cerca, y no se si me llama, o si quiere llamarme. Un nombre que me deslumbra. Que si dijera ese nombre no abarcaría tanta poesía. Un nombre que me hace fuego a la noche y a la mañana cambia. Un nombre ciclotímico. Un nombre de azufre, de dedos, de sal.
El alma sobrando en los poros.
La soledad en compañía.
Con esto no tienen que ver las cachiporras ni las guitarras. Con esto de saberme esta que soy. Esta que soy y que busco no sabe de tipos de amor. Se abraza a distintas figuras que no son ni viento ni estatua. Se enamora de besos tristes. Se besa de sombras. Y se viste de arrullos buenos que no son ni van a ser. Esta que busco y que soy se pierde de palabras que faltan.