30 de junio de 2009


darse cuenta
por accidente

que atrás y adelante
y también a los costados

siempre

arriba y abajo
va la vida
tramando algo
enfurecida
o titilando



bien rápido,

pero bien despacio



Pintura: Xul Solar

19 de junio de 2009

23.


23 espacios deshabitados entre las comisuras de la boca.
23 vueltas de luna y 23 de sol.

23 miradas imborrables, 23 abrazos llenadores de los que sacan el aliento.
23 hermosísimas primaveras, y ni hablar de los 23 otoños.

23 mundos absolutamente diferentes. Pero siempre decir Junio, jugando al amor.
23 momentos tatuados en detalle, intermitentes, descomunales.

23 silencios bien guardados.
23 mentiras que valieron la pena.

23 corazones rotos (los míos, por supuesto)
23 almas inundadas de risa (las mías, sin dudarlo)

23 verdades acechantes, maravillosas, terribles o alegres. Pero verdaderas.
23 círculos hacia el infierno y 23 al cielo.

23 puteadas bien puestas.

23 desánimos y la misma cantidad en esperanzas.
23 puertas, 23 almohadas, 23 ventanas, 23 calvarios, 23 abrazos, 23 besos.

23 personas que amo con locura y 23 que amé.
23 felicidades merecidas.

23 años de mi natalicio (8401 días). Qué lo parió! Festejemos, carajo!


16 de junio de 2009

Pachamama de mi sangre



Tan escandalosamente fabulosa. Mi vieja.
Madre flor, madre suelo.

Mi vieja, Pachamama de mi sangre.
Ella tan atormentada de recuerdos. Tan inundada de palabras.
Mi vieja que me enseñó a mirar a los otros, lejanos, como hermanos.
Ella tan colmada de desamores, tan saciada de amores.

Mi vieja de sangre y ceniza. Y algunas lágrimas, y algunos fracasos.
Madre nostalgia. Madre castigo. Madre alegría, mi vieja tan llena de carcajadas.

Mi vieja luz, madre luciérnaga. Tan increíblemente apasionada.
Tan sorprendentemente deprimida. Mi vieja geminiana.

Que metaforea la vida de mil modos,
que me enseñó la militancia y la entrega que ahora me corre por las venas.
Ella que me tatuó el socialismo en los poros.
Mi vieja utopía. Madre entrega.
Ella tan así de valiente. Mi vieja cielo.
Madre estrella. Madre noche.
Ella que nunca nos preguntó por la tarea, porque se sobreentendía lo que era la responsabilidad.

Mi vieja de verdades atronadoras, de mentiras pequeñas,
de sexología casera, de retos infernales.
Ella que me inculcó el amor por la palabra escrita, por el verso compartido.
Madre verso. Madre poema.
Que nos mostró el abrazo inconmensurable y nos enseñó a quererlo,
como se quiere a las flores o a los fantasmas.
Mi vieja de voces. Madre palabra.
Que anda atareada de ausencias que le duelen y de compañías que la placen.

Mi vieja tambor. Madre comparsa.
Que me enseñó a renovar las alas en cada aleteo,
para que no me aburra de mi y aprenda a quererme.
Mi vieja ocaso. Madre crepúsculo.

Mi vieja. Atormentadoramente nueva en cada paso.
Madre ciclos. Madre estrella.

Mi vieja.
Tan escandalosamente fabulosa
Pachamama de mi sangre
Mi vieja.

14 de junio de 2009

Cruzar los dedos



Quizás sea toda esta maravilla.
De cruzar los dedos una tarde de otoño. Y justificar mi remota felicidad con hojas secas que están ahí debajo de mis pies. Afinadas y certeras, para que me canten hojas secas cuando las camine.
Buscar el sol en la vereda porque la sombra es fría en otoño. Y el sol abraza lindo, curiosamente.
Hablar de frazadas y descubrirlas, a mis favoritas, las que estuvieron desterradas por meses debajo de mi cama. Y sacarlas al patio para que agarren olor a otoño. Y acurrucarme con ellas luego para jugar a soñar durante varias horas.
Puedo convivir en paz con mis papeles y con el mundo cuando hace otoño. Mi otoño. El que me regala hojas secas y no se llueve (otoño no se atrevería a nublarse ante estos ojos).
Ahora miro la ventana mientras tomo el café con leche. Hoy en mi patio hace un otoño hermoso, descomunal.
La enredadera silva un tango mientras desparrama hojas. Y el hornero que hizo casa sobre la ventana, anda buscando hijos con su compañera.
Sí. Definitivamente puedo cruzar los dedos y justificar mi remota felicidad con estas cosas.




10 de junio de 2009

Hoy escuché a una profesora decir que el sentido común es el menos común de los sentidos. La entendí más tarde, probablemente por pereza. Pero es cierto: lo obvio es tan obvio algunas veces que constantemente lo pasamos por alto (como esta mismísima afirmación).


Y he aquí algunas pruebas.