29 de junio de 2012

Verosímil.


La única verdad es la realidad.
Aristóteles. Perón. Urondo. Etc.


George Orwell tenía razón. Cuando escribió "1984", allá por 1948, postulaba que la sociedad del futuro sería sumisa, dominada y, principalmente, no conocería la verdad. Nada, pero nada de nada, de lo que se escribía o producía en ese mundo del futuro era realmente verdad. Pero no existía forma de comprobarlo. La documentación se actualizaba constantemente, a medida que sucedían los cambios, y lo anterior era totalmente eliminado. Ni un rastro de lo previo. El Ministerio de la Verdad llamó Orwell a ese lugar encargado de actualizar la realidad, transformándola en una distinta a la anterior.

¿Les suena familiar?

Pues claro. Hoy se llama Facebook, y es un ejercicio que hacemos todos los días. Ayer con una fecha de Volver al Futuro. Hoy con la muerte de Badía.

La información que sale en Facebook pensamos está actualizada y la asumimos verosímil. Y, las más de las veces, la creemos porque no tenemos muchas formas (ni interés) de corroborar que sea o no lo que se dice allí, cierto. Y reproducimos esa información porque son las "reglas" de esa red social: Decir algo, siempre, por más pelotudo que sea.

Pero ese ejercicio, el de la reproducción, no es el peligroso. El verdaderamente peligroso es el de la eliminación. Si eliminamos los verosímiles que creímos verdaderos pero se transforman en falacias (o imprecisiones, o incongruencias o, lisa y llanamente, mentiras) ¿cuánto falta para que eliminemos la verdad? ¿O será que ya lo estamos haciendo?

La información es poder, dicen. Sólo habría que imaginar el poder que tendrían aquellos que pudieran tergiversar la realidad... Paren! Freno de mano! Ya lo hacen, se llaman medios de comunicación masiva. Hola, qué tal, mucho gusto. Contame qué tenés en el plato del morbo y el sexo para las noticias de hoy. Igual, ese es tema para una laaaarga reflexión, en otro momento.

Empaparse de los muchos verosímiles que circulan, discutirlos, criticarlos y desmentirlos, si es necesario, es la tarea que nos toca para no eliminar realidades. Tremenda tarea, sí. Pero el objetivo lo vale: no convertirse en obsecuentes, y formar(se) para tener conciencia de uno mismo y los otros (que son yo, indefectiblemente).







25 de junio de 2012

Corporizaciones.

No sé qué quiero decir sobre lo que callo.
Me cuesta corporizar en palabras las cosas que me palabrean el cuerpo cuando te veo.
Igual, es mi defecto. Siempre tuve el mismo problema. No saber decir. Sí escribir.
Por eso heme aquí, intentando decirte que te quiero, hace mucho. Y nunca te lo dije.

19 de junio de 2012

26.

Tengo una urgencia.
Un picor.
Un apuro.
Una nota.

Pero voy con calma.
Me he nacido a mi misma varias veces ya. 26 casi. 
Tengo el cuerpo entero, que hace.
La voz toda, que dice.
Mis gentes-roca.
Mis gentes-camino.

Puedo hacer una pausa. Y mirar el cielo.
Porque tuve 26 cielos y fueron todos míos.
Parí 26 ojos, también.
Con sus abrazos y sus desidias y sus ansias y sus hermosuras.

Tengo un silencio.
Una caricia.
Una memoria de elefante.
Un elefante en una serpiente.

Pero voy paseando.
Me dejo asombrar. O no. Me muero de miedo. O asusto.
Soy toda esta cantidad de voces de adentro
y de voces de afuera.
De música incendiaria, enardecida,
tamborileando en mis dedos, en el pecho.

Tengo algunos versos
-que son sólo míos-
Y muchas manos compañeras, montones, que se extienden y me abrazan
siempre.

Tengo 26 otoños.
Y nadie nace en otoño sin laberintos y cielos grises y poesía.
Así que acá me tienen, laberínticamente
naciendo una vez más,
de otoño a otoño, como lo indica el calendario,
y mis arrebatos de alegría.

9 de junio de 2012

Incendio.

Ojalá esta noche
se incendien todas las ganas.

No nos vamos a morir de frío. Vamos a bailar todo el cuerpo.
Sacudir las malarias. Perder a los idiotas.
Encontrar a los que valen la pena ser encontrados.

El mundo se acaba en un suspiro.
Y el invierno siempre, alguna vez, termina.



7 de junio de 2012

Estela.



El cuerpo de Estela se contrajo.
Sintió como si una garra le arrancara el vientre de un zarpazo.
Lloró, desconsolada, por días. Por meses. Años.

Su hija estaba embarazada.
Era una jovencita dulce, testaruda, idealista.
Estela supo que no la vería más.
Ni a su hija ni a su nieto, que se habría llamado Guido, si resultaba varón.

Los milicos se llevaron a Laura en noviembre del 77.
Laura parió en la negrura. Nadie supo. Nadie vió. Nadie oyó.
Laura parió un hijo en medio del terror y nadie lo recuerda.

Estela sí. Estela recuerda todo. Tiene memoria de elefante.
Estela recuerda que le arrancaron a su hija y a su nieto. A quien busca, tantos años después.
Recuerda el dolor profundo de vientre arrancado.
Recuerda el llanto.
Y la historia que empieza allí, circulando alrededor de la pirámide de la Plaza de Mayo.


A Estela Barnes de Carlotto | Abuela de Plaza de Mayo
Verdades verdaderas. Película sobre la vida de Estela 


[Poema expuesto en "Todos somos Arte", Espacio Candace. Sta Fe, mayo 2012]

3 de junio de 2012

A medias.

El zaguán donde te desnudé
sin quitarte la ropa.
Joaquín Sabina

Dicen los que saben, que pensar mucho tiempo en la misma cosa
es obsesión.
Imagino que pensarte tanto tiene algo de eso. Y también algo de tabú. 
Y algo de rutina. Porque siempre, cada tanto, te vuelvo a pensar. 
Como si nunca te hubiera podido extirpar.
Por ahí andás, 
escondido en algún recoveco de mi memoria
que no se cansa de recordar -y crear- detalles y detalles y detalles
de vos en mí. De esa hermosura que fuimos a medias, alguna vez, hace tanto tiempo.