31 de diciembre de 2012

Trece.


Quien busque el infinito, que cierre los ojos.
Milan Kundera.

Mañana será otro año. Otro camino. Y como es costumbre, vale entregar los mejores deseos al viento. Y regar la tierra de abrazos y besos. Así que acá les dejo los míos.
Quiéranse. Este cuerpo viene todo junto, adentro y afuera. Y es el único que vamos a tener. Hay que cuidarlo, para que dure. 
Amen. Con todo el cuero. Con los sentidos. Hasta los defectos.
Digan Gracias, Por favor, Te quiero, nada acaricia mejor que esas palabras. 
Así que, a ustedes, gracias. Los quiero, aunque no los conozca. Por favor, sean ustedes mismos, siempre.
Abracen. Besen. Rían. Que 2013 esté colmado de carcajadas. 
Sean felices. Muy, muy, muy felices. 

Felíz DosMilTrece y Buena Vida





"Cuándo fue la última vez que te preguntaste?"

28 de diciembre de 2012

Doce.

Uno. Crecí mucho.
Dos.  Hice cosas que me debía.
Tres. Amé. Y dejé de amar (como siempre).

Cuatro. Fui yo, contra todos los pronósticos.
Cinco. Tuve, tengo, con certeza nauseabunda, muchísima gente. Mis hermosísimas gentes que me aguantan el corazón. Que están ahí, estando. Sosteniendo el abrazo, la mirada, el beso.

Seis. Lloré mucho. Más de lo normal.
Siete. Me morí de risa. A carcajada limpia anduve. Mucho más de lo habitual. 
Ocho. Decidí.
Nueve. Me arrepentí, pero no de mucho.
Diez. Abracé tanto, pero tanto, que se me hincha el pecho cuando me acuerdo.
Once. Estuve triste, muy, muy.
Doce. Fui felíz. Tan increíblemente felíz, tantísimas veces. Que sólo quiero que empiece todo de nuevo. 



23 de diciembre de 2012

Extrañeza.


Te me metiste entre los párpados.
Andás revoloteando, violentamente, en mi cabeza.
No te quiero ahí, es la pura verdad. 
-aunque me encante simular que no te miro- 
Quiero otra cosa.
Una palabra quiero. Algo que nos diga. Nos nombre.
Porque así, así como ahora, ya no más, aburre, pesa una rutina que no busco.
-y sin embargo cuando estás, estremezco, y desbordo de ganas de tocarte-

Y después, la extrañeza. Esto de que digo tu nombre y no lo conozco. 
No sé quien sos. Cómo llegaste a mi cama. 
-Quién sos. Quién te nombra, además de mi-
Si te quiero querer. O sólo es esto que es

Y sin embargo, me zumbás en los oídos, te tengo impregnado en los ojos. 
Te llevo conmigo en este solsticio de verano. 
Más allá de que seas un extraño presente entre estas sábanas. 

22 de diciembre de 2012

Sucesos.

[Que no me encuentre enero
fugitiva de tu boca
                                                      -tan real que asusta, tan certera que arremete-
como sucede siempre que despuntan
los años nuevos]




"...una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mi para dibujarla con mi mano en tu cara..."

11 de diciembre de 2012

Ver.



te miré viéndome

no como se ve un libro nuevo, o la calle al cruzarla, o la ventana al abrirse


te miré viéndome como se mira lo recóndito,

lo inmedible pero tocable, una piel al alcance de la mano

una infinitud que calma


en esta mirada, pensé, en la mirada de este hombre, ahorita mismo

no me voy a morir nunca.

Marc Chagall.


Poema expuesto en Arte y la Madre, noviembre 2012.


6 de diciembre de 2012

Barrio.

Puede haber varias cosas que definen un barrio. Pero la principalísima de todas son los vecinos.
Hoy relampaguea y tormentea desde hace ya un par de horas en el mío. En la ciudad. Y en la ciudad de enfrente. En el medio de la actividad climatológica, una hace cosas, que debe y quiere. Yo, por ejemplo, hoy tenía pilates. Y fui, por supuesto. Es mi tiempo para mí. Y para no llegar redonda al verano.
Cuando salí de ahí, llovía, pero no mucho. Me arriesgo al almacén, dije. Fui. Mientras esperaba que me atiendan, pasó lo obvio: el tormentón. Con relámpagos y vientos y gotas bien gruesas. Completito. Hice tiempo charlando con el almacenero. Paró un poco, y salí. Las bocacalles eran ríos. Y con correntadas importantes en ambos lados. ¿Por dónde mierda cruzo? Pregunta crucial que me hice (sentiende?). Y existencial. Tres vecinos miraban desde la vereda de mi casa, a resguardo bajo techo, mirando qué carajo hacía, seguramente esperando que me quebrara una gamba tratando de cruzar (eso pensé, de mierda que soy nomás). Me mando, dije. Me mandé. La primer correntada salió bien. A la segunda tambaleé, porque ya estaba confianzuda, y la muy soreta se llevó mi ojota. Chau, dije, en voz alta.
-¡¡¡CORRELA!!! -escuché que me gritaban.
Y ahí nomás, dos vecinos, padre e hijo, salieron a correr la ojota media cuadra, con lluvia y todo. Hasta que la detuvo la rueda de un auto estacionado y, milagrosamente, subió a la vereda. Ojete. Puro ojete.
Y, claro, ya me hice amiga de mis vecinos. Gracias, gracias, les dije. De nada, de nada, replicaron.
Eso es un barrio. Que dos locos que ni te conocen te corran la ojota, con lluvia y todo.
Está decidido: no me mudo más.

2 de diciembre de 2012

Silbidos de cielo.

Con amores fugaces e inolvidables, 
con parasiempres grávidos como espuma 
y el acero afilado de los probables 
colgado vigilante junto a la luna.
Soltar todo y largarse, Silvio Rodríguez.

Hace unos días
un hombre estuvo a punto de hacerme estallar el corazón
varias veces.
Tanta belleza. Tanta poesía cantada.
El mundo es mi recoveco hecho una canción de Silvio.
Silbidos de cielo.
Me enamoré esa noche. Como nunca. Como siempre, en realidad.
Como si fuera la primera vez. Como si nunca hubiera escuchado.
Después las mujeres que me rodean.
Las muchas muchachas que pueblan de voz el mundo.
Que cantan y se hinchan las estrellas. Se callan los grillos para escucharlas.
Ardió el mundo.
Subió fuego a fuego por la columna.
Extendí la mirada. Abrí los ojos.
Lloré sobre las escaleras toda conciencia sobre mí misma [esto de saber que somos finitos, tan]
Supe de mis dedos cuando tocan. De mi voz cuando canta. De mi amor roto y entero. De mi, supe. 
                                                                                           Gracias a todos ellos.






A Silvio, mis amigas y compañer@s.