31 de diciembre de 2014

Balancita.

Balanceada, balancita, balanceando
Puedo decir que me faltaron algunos asados
Hacer deporte -me río de la ocurrencia-
Volar.

Y ahora las preguntas de rigor
¿qué quiero hacer? ¿qué estoy haciendo?
¿dónde voy? ¿cómo? ¿con quienes?
¿importa eso?
¿soy feliz?
Esas son las preguntas, al fin y al cabo.

En el medio de los planteos findeañeros, las dudas de futuro
los dóndes, los cuándos, los quéonda, los quiénes, los cuántos
hay intersticios de cordura: he llegado hasta acá, enterita
con los ojos abiertos
la piel dispuesta
las canas nuevas
y el camino fresco a la orilla de los pies.

Hubo -hay- buenas hermosas necesarias compañías
También corridas, carcajadas, llantos
felicidades y tristezas, claro
broncas, movidas, mudanzas, quietudes, alegrías
injusticias y justicias
amores, decisiones, finales

Hubo -y hay- sinceridades, caricias que descosen, miradas.
Por suerte.
Al final, lo que cuenta es que haya manos que nos ayuden a contar
Y ojos que nos ayuden a mirar.
Y ser, cuando haga falta, las manos que otros necesitan
Los ojos que a los nuestros les faltan.
Y las palabras. Que haya palabras necesarias y bellas
-gracias, te quiero, abrazame-
para todos, siempre.


Gabi Rubi

26 de diciembre de 2014

Voluntad de consenso.

Las parejas, como los estados, deberían regirse por el criterio soberano de la voluntad de consenso. Pactar acuerdos previos, imprescriptibles, salvo que se acabe el amor.

Debatir propuestas en orden a dar solución a los problemas planteados que no nos dejan ser felices. No mentir, no robar, no insultar, no traicionar, no hacerse los boludos y las boludas.

Sostener la convicción política de la ternura ante los días terribles, el cansancio, los fracasos.

Armar y desarmar, cuantas veces sea necesario, las tácticas, las estrategias y el mapa colectivo para los encuentros, la falta de planes, las causalidades que nos llevan al abrazo esperado toda la semana, al beso que sana, al momento que es recompensa.

Construir la fortaleza necesaria del vínculo para que sea la trinchera inclaudicable donde compartir la victoria del amor, de la vida, de la cama malhecha, pero consensuada.



Marc Chagall

23 de diciembre de 2014

Ser feliz y no morir en el intento.

Trabajar comer amar vivir
Todavía no sé cómo hacer para ser feliz y no morir en el intento
Parece todo mucho, parece imposible

Ando tan cansada últimamente
Que siento que mi cuerpo podría dormir dos días enteros

Y son una vorágine estas semanas
En el medio, extrañar al hombre que quiero y que me quiere
porque el tiempo tirano
y la distancia y las cosas que hemos elegido
nos ponen lejos

En el medio, también, las certezas.
Este hombre me quiere, de verdad
dos pulmones un latido su olor a mitad del cuello me quiere
con mis poemas y mis pasados
mi amor por los gatos,
mi ineptitud para tener viva una planta, mis silencios,
mis planteos, mi sangre, mis miedos
y mi amor por él, que es mucho amor, lindo, divertido, liberador
Este hombre me quiere hermosamente. 
Y de la misma forma lo quiero, con todo lo que él trae.

Y yo, que me pierdo seguido en mi maraña de inseguridades y preguntas tontas,
me olvido de lo fundamental: todos los intentos y todos los caminos
no valen nada si no me hacen feliz. Y este camino me hace feliz.

Así que esa, que titila acá nomás, esa certeza es la estrella.


Starry Night Over the Rhone - Vincent van Gogh


22 de diciembre de 2014

Volver

volver de la desaparición
de la falta
volver
tener cuerpo de nuevo
un lugarcito en la tierra, como debe ser
tener forma de dedos en V, de puño, de victoria, de semilla
volver en abrazos
en pájaros
en flores, la risa de la tierra
como decía Cummings,
volver del des-tierro
volver en forma de justicia
de música
de manos que se dan las manos
de fortaleza
de proyecto
volver en forma de futuro
hace casi 30 años, juan gelman escribió:
entre las cinco y las siete
cada día
ves a un compañero caer.
hoy el mundo es un poco más justo que ayer
porque ahora
entre las cinco y la siete
vemos a un compañero volver
y hay alegría en el regreso
baile abrazos lágrimas carcajadas
es una suerte, una victoria
guardar acá adentro
bien apretadita en el pecho
la risa de los compañeros
de ser testigo-ventana-mirada
sobre esta historia
de la vuelta


El viernes 19 de diciembre se realizó un festival y homenaje al Mencho Germano por la restitución de sus restos.
Eduardo "Mencho" Germano fue un militante peronista, secuestrado, detenido y desaparecido en 1976, cuando tenía 18 años.
En julio de este año, el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó sus restos en una fosa común en Rosario.
Bienvenido compañero.



12 de diciembre de 2014

de cuajo.

hay que arrancar de cuajo la poesía de los dedos
tironearla con los dientes
lucirla sin brillos
tal como es
tibiecita
como la leche que necesitan los bebés
sanadora
como los besos dados sin esperar nada a cambio
violenta
como los 43 pibes desaparecidos
amorosa
como el sexo juguetón y compañero
hay que exhibirla desnuda
en tetas
en pelotas
sílaba por sílaba
y nombrarla con miedo
con estupor
con respeto
con burla
con sacudidas
con carcajadas
con onomatopeyas
y con silbidos
hay que extirparle la solemnidad
bullynguiarla un poco
hacerla reir
porque nada debería ser tan serio
al fin y al cabo


Y
se mueve

sin embargo

 

7 de diciembre de 2014

Encuentros II

En algún momento sucedió.
Miré para todos lados, buscando alguna explicación racional,
pero no la encontré -por suerte-.
Debe estar, seguramente, en mentes que se empeñan en tratar de explicar esas cosas.

Lo cierto es que prefiero no saberlo.

Es más linda la sensación de que me arde la piel cuando te beso, y eso no tiene ningún tipo de lógica.
El río manso sonaba, despacito, en la playa de una ciudad reclinada a las orillas del Uruguay, un feriado de sol y mates.
Algo parecido a la plenitud. Tu voz diciendo alguna cosa que no tiene mucha importancia.
Estabas queriéndome ahí, vos enterito queriéndome. Y yo, queriéndote igual, de la misma forma.

Y supe, ahí mismo, que no tiene punto de partida el amor, ni de llegada.

Venimos y nos vamos tan solos de este mundo. Y a veces tenemos la suerte de que al llegar nos reciban con abrazos y besos. Pero seguimos solos después, casi siempre, durante gran parte del camino.
Es una suerte que esta que soy ahora ya no ande mirando para atrás. Y entienda que el presente es una belleza. Y no le falta nada.
Entonces, decía, miraba el río y te miraba. Nos besamos, claro, muchas veces. Hablamos de lo crecido que estaba el Uruguay, de lo mucho que nos queremos, del presente, de lo que íbamos a almorzar, del futuro.

Ese debe haber sido el momento justo que supe, con mis pocas certezas, que te había encontrado.
Aquí y ahora.
En toda la extensión que tiene el mundo, vos y yo nos encontramos. Y hoy nos elegimos.

Es una suerte que eso no tenga ningún tipo de explicación.


Río Uruguay, hace poco.


Antes estuvo éste: Encuentros.

1 de diciembre de 2014

Baldosas flojas.

Siempre he tenido cierta tendencia a pisar las baldosas flojas los días posteriores a tormentas brutales. Siempre.

O a comprarme zapatos que resbalan en ciertos pisos. De hecho, hace unos años me caí por la escalera del edificio donde vivía. Hice un tramo entero de culo. Tuve el coxis sentido por muchos meses. Sentido, como decía mi abuela. Me dolía el culo, o sea. Y después de ese episodio, camino con más cuidado cuando uso mis zapatos resbalosos. Porque decidí que no los voy a dejar de usar aunque sean un peligro para mi seguridad. Son muy lindos.

La cuestión es que las baldosas flojas son un imán para mis pies. Salía del trabajo, y pisaba una, probablemente muchas veces la misma. Caminaba hasta mi casa, y en la esquina, baldosa floja. Jamás las veía. Tampoco es que andaba precavida para esquivarlas. Y, muchísimo menos, tenía idea de dónde estaban ubicadas. El día a día que nos come, las corridas, las idas, venidas, la falta de pausas, respiros, almohadas para las cervicales y yoga, hizo que las baldosas flojas fueran la última de mis preocupaciones.

Las cosas cambian, sin embargo.

Anoche llovió a rabiar. Una tormenta inesperada. Volvía a mi casa del trabajo cuando empezaron a despeinarme los primeros vientos que la anunciaban. Los manteros de la peatonal levantaron velocísimos sus puestos. Algunas personas que andaban paseando, apuraron el tranco, asustados, sin ganas de que los agarre la lluvia.
-¡Se viene el agua! –gritó un revistero a otro. Y un chico peleaba con la lona de su negocio, que no quería bajar, y la puteaba con ganas. Lona de mierda, decía. Si la lona hubiera sido gente, me la imagino cagándose de risa.

Llegué a mi casa y arrancó a llover. Justito. Abrí el balcón, dejé que las plantas saborearan las gotas. Miré el cielo cargado de agua. Y me eché a dormir bien tapada y feliz, llena de lluvia, como corresponde. No sé qué es, pero dormir escuchando la lluvia surte un efecto extraño en mí, mezcla de un pequeño orgasmo y la plenitud. Una cosa hermosa, pruébenlo.

Me levanté tarde, como siempre, y me fui a trabajar. Caminé algunas cuadras, tomé el cole, llegué al trabajo, caminé otras tantas cuadras. No hubo baldosas flojas en ninguna de las cuadras, en ningún momento. Y no era algo de lo que estuviera pendiente, claro.

Debe ser que las baldosas son un poco como la vida.

Encontramos las rotas cuando el camino no está tan claro, y anda todo nublado el mundo, y todavía no podemos dormir amando la lluvia.


28 de noviembre de 2014

Vestidos.

Por estos pagos, en los días de noviembre hace mucho calor. Y es hora de reencontrarse con el ventilador y la ropa fresca.

Ayer, acomodando un poco, me reencontré con mis vestidos de verano. Yo me olvido los colores que tienen durante el invierno. Pareciera que la ropa de invierno es más seria, más opaca. En cambio, la ropa de verano tiene colores, olor a pileta y tereré, brillos diferentes. Y claro, ahora tengo ganas de usar todos mis vestidos de verano, que son tan lindos.

Hoy, el mensaje de esta mañana decía: Me hacés bien. Él andaba enojado con quién sabe quién o qué cosa, molesto, embroncado. No te engranes con el mundo, le dije. Y llamame esta noche, que te extraño, también le dije. Y le hago bien, parece.

Hoy voy a andar con la sonrisa generosa.

Y mañana me voy a poner un vestido de verano para él.



one of these mornings
you're goin' to rise up singing...

21 de noviembre de 2014

Soñadas III

Rejas blancas.


El verano estaba recién parido en una vereda desconocida. Hacía calor. Brillaba el sol, fuertísimo, y bien arriba de mi cabeza. Iba a conocer la casa de una conocida que se había mudado hacía poco, y teníamos que charlar de cosas importantes, de trabajo.

Me miré los pies y estaba frente a una reja que daba a un pasillo con casas, una especie de calle interna. Me atendió alguien, quién sabe quién. Adentro hacía frío. Un frío terrible.

Rejas blancas con casas detrás. Casas que parecían pequeñas y lúgubres.

Me miré los pies helados, y estaba dentro de la casa de la conocida. Me hablaba de que el espacio era chico pero estaba bien. Me acuerdo que pensé que la casa era ínfima para cualquiera. Pero adentro había luz, estaba lindo, se respiraba airecito fresco y se sentía cierta calidez en el ambiente, aunque yo estaba incómoda, por la pequeñez del espacio.

Me miré los pies y estaba en el pasillo, oscurísimo, con rejas blancas.

Alguien salió a la reja de su casa. Una mujer que me miró. Tenía hecha una cola de caballo corta, de pelos blancos, era pálida y vieja. Intuí por el sonido que estaba barriendo su zaguán. Susurraba algo, despacio. Me miré los pies y la tenía enfrente.

Hay olor a muerte acá adentro- dijo.

Abrí los ojos.



Antes de ésta hubo dos más:

16 de noviembre de 2014

Desenredar.

desenredar los sinsentidos
meter la pata
me olvidé de regar la planta otra vez
salir de lo que sin querer se convierte en rutina
y que sea oportunidad

la noche se lleva las dudas los miedos las malas ondas
y trae la brisa fresca que acaricia la cara
y nos cierra los ojos
avanza hasta el pecho hasta el alma
donde se guardan las esperanzas
la primavera
tu mano

desenredar los días
hacer el bien
abrazar con el cuerpo las manos la sonrisa
reir a carcajadas
compartir la comida el vino el sol

respirar los recovecos que extrañaba
                  -y que no sabía que extrañaba-
y hallarnos de nuevo, en estos vericuetos
tomarse el tiempo para hallarse
brindar
acariciar
llorar
brillar

titila algo parecido a la alegría
siempre que me asomo a la gente que quiero





Throw it down
the caution blocks you from the wind
Hold it up 
to the rays
You wait and see when the smoke clears
You live you learn

Alanis Morrisette

9 de noviembre de 2014

Encuentros.

Me duró un año, tres meses y 18 días aquel amor. Hice las cuentas hace poco, sabiendo que no tenía ningún fin más que afirmar: amé a un hombre durante cuatro estaciones completas, y una más. Tuve ese raro privilegio. Y también tuve el hermoso privilegio de dejarlo de amar, para siempre.

Después la vorágine. La parte enorme que no tiene palabras. Y al poco tiempo, las hermosuras halladas, que poco tienen que ver con algo buscado, pero llegan para quedarse.
Después lo nuevo. Y los días brillantes que no tienen parangón, y se convierten en largos meses, ya, de ojos abiertos y estupefactos. Asombrados. Y las manos llenas, llenísimas.
En el medio, encontrar la soledad hermosa de hallarme. Y hallar en otras manos el amor. Y que no me confundan mis inseguridades acechantes y siniestras.

Lo cierto es que hace ya un tiempo largo y lindo, vi un rayito de sol inundarte la cara. Y te vi reír conmigo, con todo el cuerpo. Nos hacemos felices, aunque lo decimos poco. Y el abrazo que inventamos debe tener la forma de la perfección, o le debe andar cerquita. 
Te quiero como se quiere dormir escuchando la lluvia, acurrucados. O como un día de sol en plena primavera, a orillas del río, tomando mates. 


Todo y así, y cada día, que no es poco.

Un feriado de sol, donde había mates también.
Saliendo del Palacio San José, Entre Ríos.

4 de noviembre de 2014

Crecer II.

deben entender ustedes que durante mucho tiempo me hice la fuerte, la de la coraza donde nada pasaba. la que no quería ni necesitaba sentir cosas profundas por nadie. la que ni en pedo iba a considerar alguna vez ser madre. la independiente. la grosa. la inteligente. la sola. la fémina cabría y fatal. la que no se enamoraba jamás... porque el amor es una guerra perdida de antemano, pensaba.

qué pelotuda.

sostener todo eso cuesta mucho. y más cuesta creérselo. y yo me lo creí. de verdad creí que no quería una historia que me volara los párpados, o un amor común y corriente -que ya por amor no tiene nada de común ni nada de corriente-.

qué cosa curiosa crecer. es una suerte que sea más veces un cachetazo que una caricia.

y pasó, hace un par de años, que una serie de eventos bastante desafortunados, me llevaron a preguntarme qué quería yo para mí misma. la respuesta era una pregunta ¿ser feliz? y ser feliz implicaba ponerme en movimiento. mirar. abrazar. sonreir. y claro, darme la cabeza contra la pared.
y entonces, esa parte que tenía entumecida por hacerme la dura, se despertó. me enamoré del primer boludo que me dijo dos cosas lindas al oído.
y fui feliz, claro, porque que aquel muchacho fuera boludo no significa que no me haya hecho feliz varias veces. pero no funcionó.
y sufrí.
y me hice la dura de nuevo. y otros eventos mucho más desafortunados me llevaron a preguntarme si quería lo que tenía. si ésta que era, era lo que quería ser. si mi vida me hacía feliz. y entonces no fue suficiente mirar y abrazar y sonreir. había que hablar. sacar de adentro los miedos terribles, las cosas guardadas, las inseguridades que pinchan.
y entonces, alguien que también parecía estar reparándose y reencontrándose consigo mismo, me dijo algunas cosas lindas al oído y, por supuesto, me volví a enamorar. esta vez, dije, va a funcionar. él está un poco roto como yo, nos sanamos juntos, creí.

y de verdad lo creí por un buen tiempo.
pero las roturas de él eran mudas y las mías estaban sanando muy bien. y el silencio a veces era tan grande y tan espeso, que sofocaba. lloré muchas veces ese silencio, hasta el último. el que decidí que fuera el último, suspiré aliviada. yo había crecido por sobre mis roturas, había sanado un montón de rencores viejos conmigo misma, había perdonado, había seguido. tenía claro que el camino estaba ahí, abierto y clarito, para que lo transite.

y andaba triste yo, tratando de olvidar al tipito de los silencios, pero tranquila, sin durezas nuevas. había cierta naturalidad en ese dolor que no sé cómo explicar. estaba ahí, doliendo yo, con cierta certeza de que iba a pasar, como todo: el tiempo es la mejor cura para el desamor, me decía. y eso sentía de día y lloraba de noche. así fue un largo rato.

qué cosa curiosa el dolor.

en el medio de eso, un buen día, un hombre, fresco y hermoso, me dijo que estaba muy linda, a pesar de mi soltería.
y me hizo reir hasta que se me arrugaron los ojos. y otro día casi se nos van dos días enteros de abrazos y charlas y carcajadas.
tienen que entender ustedes que estas cosas no pasan a menudo, y yo soy una descreída de los momentos hermosos -tengo un cinismo latente que muchas veces es insoportable-.

entonces, el hombre fresco era mi buen momento de la semana, la parte linda de una serie de días horribles, con muchas noches tratando de sacarme del cuerpo y la mente al tipito de los silencios. que se iba yendo, despacito, pero se iba yendo a enmudecer otros territorios.

hasta que una buena noche, como quien no quiere la cosa, el hombre fresco me miró con otra intensidad. y yo hice otro tanto. y nos abrazamos.
y otra buena noche me dijo que me quería. y yo le dije lo mismo.
y ahora sucede que hay noches que me encuentro extrañándolo con los huesos. como se extraña el invierno en días de mucho calor, o el sol de un país nuevo cuando en casa está nublado.
y hay otros días en que soy una valija llena de miedos. pero convencida de que si ese camino clarito que estaba abierto me trajo hasta acá, no debo haber hecho tantas cosas mal.

porque, claro, estoy enamorada otra vez. y queriendo como se quiere un amanecer de otoño, o la ducha caliente después de un día largo y frío, o el café con leche de un desayuno en invierno, o la siesta. estoy queriendo hasta los defectos, con las ganas radiantes de construir y viajar y crecer y hallarnos siempre, cada vez, con este hombre fresco que llegó.

qué cosa curiosa el amor, al fin y al cabo.





[la hojita que lo contenía dice, al pie, abril 2014
lo encontré hoy, y me resultó curioso que el otro crecer
también fuera de un abril, pero de 2013. 
coincidencias.
o no.]

25 de octubre de 2014

Cambiar II.

Cambiamos, sí. 
Y sin embargo, hay permanencias que nos marcan para siempre. 
Debe ser que cambiar tiene que ver con darse cuenta de que hay cosas que no cambian. Y esto viene a modo de epílogo necesario de esto.
Anoche hablábamos de la efímera vida, de los cariños enormes, de las complicidades imposibles de olvidar, y que no estamos dispuestos a dejar ir.
Antes, reencontrarnos con todo lo que sabemos de nosotros. 
Hallar intactos los códigos, las señales, las marcas, los secretos, los olores, las visiones, los chistes, la confianza.
Ante la confusión, ante el desamparo, ante las puteadas no dichas a tiempo, ante el destiempo, ante los amores que vienen y van, ante las movidas, las corridas, las mudanzas, los caminos, ante la vida que pasa, implacable, hay miradas y hay sonrisas que no estamos dispuestos -ni a patadas- a dejar ir, que yo no estoy dispuesta a dejar ir -y qué cosa buena decirlo en voz alta!-
Entonces, reencontrarse, reparar, recomponer.
Sanar lo que hubo para construir lo nuevo, con todo lo nuevo que hay.


Para S.

18 de octubre de 2014

Camino.

Hablábamos de lo indescifrable.
Esto de que hace calor y hace frío y no sabés que más ponerte o que más sacarte.
O esto de que tenemos que cambiar algunos caminos, a veces, para encontrar otra cosa.

Volanteamos hacia otro lado, unos días atrás, y descubrimos algo.
Un otro mundo posible y al alcance de la mano, 
que necesita algunos ajustes aquí y allá, claro, pero ahí está.
Fresco y nuevo, formulándose sueño o futuro o puerta.

Hallarse perdiéndose en lo desconocido, vaya placer!

Volanteamos hacia otro rumbo y nos perdimos pero nos encontramos, quizás, aunque no estamos muy seguros todavía. Quién pudiera saberlo, no?

Ignorar el camino, vaya cosa linda!

Es una suerte poder redescubrir que cambiar el rumbo, de vez en cuando, es también aprender a no perderse entre tanta costumbre.


Andrea Lértora

9 de octubre de 2014

Claro.


que sea claro lo que hay 
que nada quede callado
que podamos decir amor y te necesito y te amo para un recreo y también 
para todas las mañanas.
que sea claro
que haya azar
pero que no quede todo librado al azar
que el rumbo cambie
o se transforme
y que quede claro, clarito 
como gotas de agua




tener tiempo
cada tanto
para improvisar


3 de octubre de 2014

Casa II.


Hoy deshabito una casita que me hizo feliz.
Es extraño esto de deshabitar un lugar. Está la nostalgia, el momento de irse tan cerca, lo habitado tan habitablemente. Y fue cálido este lugar, estaba lleno de mis cosas, ahora distribuidas en bolsas y cajas. Era cotidiano y cómodo, con olor a hogar.

Desde ayer se me repite una película sobre la vida que tuve acá adentro. Lo dicho y lo callado. Los amores hechos. Las sonrisas sinceras. Los abrazos curadores. Los llantos a todo pulmón. Las caricias que hay acá adentro, puf, montones.

Los ruidos de los tacones, el maquillaje manchando alguna pared, todas las veces que azoté la puerta, queriendo o sin querer, los brindis hechos, las comidas, el vino arriba de la biblioteca, el ruido del viento en las ventanas, las tormentas casi adentro de la casa, las incontables veces en las que me acurruqué hermosamente en mi cama enorme para mi solita, ese placer.

Hoy te deshabito, casa que habité sola conmigo por primera vez. Estas pocas paredes, un techo, baño y habitación. Pequeña pero enorme.
Te despido hoy. Te lleno de la música que supo descubrir(me) acá adentro, nostalgeo. Quizás, quien venga después de mi, se contagie el oído o el corazón.

Hubo mucho amor acá adentro, deben saber. Este lugarcito estuvo lleno de cosas lindas que supe construir. Fue mío y ya no lo es más.

Cosa rara des-habitar.

Hubo abrazos también, tantos abrazos.
La supe llenar de buenos olores. Inciensos, cafeses, comida recién horneada, vino.
Repaso a cada cual y a cada quien de los que han pasado por acá. Un poco habitando conmigo, un poco de paso, un poco con ganas de quedarse o de irse. Los recuerdo, los abrazo, los beso. Después de esta casa es otra casa y otra cosa.

La despido a mi casita hoy. Y llueve, claro.
Para que corran con el agua las emociones de decir hasta siempre, cueva mía.




las cuerdas de mi laúd
siguen buscando la luz
más allá de la quimera

24 de septiembre de 2014

Alguito.

que no haya muchas cosas que decir
alguito para preguntar
ese abrazo
la primavera estallando acá adentro
y en tubocayenlamía
mañana a la tarde
o el sábado
cuando se abre el día
con las manos al sol
que estén los ojos esos
que miran
y ven
aunque no lo digan en voz alta
sonreir de tanta luz
y tanto abrazo
alguito para preguntar
que no haya muchas cosas que decir

22 de septiembre de 2014

Ojalá.

Ojalá vengas a abrazarme mañana a la tarde, tan lunes. Y me seques las lágrimas de hoy.
Es tan difícil a veces separarme de vos. Es tan difícil no saber lo que viene. Esto es más difícil de lo que pensaba.
Y te amo.
Y te elijo, contra todos los pronósticos y los horóscopos y las no-palabras y los pasados que son tan presentes. Te elijo.
Pero tengo miedo de esperarte siglos. De amarte siempre así, con un 'te quiero', con un 'nos vemos'. A medias.
Yo no sé si quiero eso. Yo no sé si puedo sólo eso. Y duele hasta el fondo, en ese rincón de adentro que aprieta cuando te extraño, el alma creo. El sitio donde estás adentro mío. Y no sé qué se hace con esto. Dónde se deja, para que no duela.
Ojalá vengas a besarme y a decirme que vos también tenés tus miedos. Y a quererme toda, con mis lágrimas a cuestas, los miedos, las carcajadas. Ojalá vengas con tu sonrisa enorme, a comerme el corazón.
Después una musiquita, el ruido del viento primaveral en la ventana, cerrar los ojos: esto es lo que es hoy. Mañana quién sabe. Mi responsabilidad es el presente, dijo un sabio. Y creo que tiene razón.
Ojalá nada.

Te abrazo hoy. Te entiendo hoy. Te quiero hoy.  

21 de septiembre de 2014

Primavera acá.

y yo, que no he visto nada entre mis manos,
he visto lo mío entre otras manos
que no existen




despunta el primer sol de la primavera en la ventana
y hallo como siempre mis papeles esparcidos en la mesa
y adivino que hay palabras que me llaman

sonrío un poco ante el desafío.
reescribo, repaso, reinvento adentro mío
las mil razones que son ninguna
por las que me vibra en la mano
una palabra o dos.

la tierra se enciende estos días
y andan estallando los lapachos

siempre la primavera es el remanso
que aclara el camino
y despeja la vista

es una suerte -pequeño latiguillo enrevesado-
tan suerte que arda el sol cada primavera
para llenarme de ganas de decir



Rebo




12 de septiembre de 2014

Tiempo.

¿Hablamos desde el tiempo nosotros? De eso que no vemos pero nos falta, nos determina, nos agota, nos enriquece, nos olvida.
Hablamos desde quién sabe dónde. Pero hablamos.
Suspiramos deseos. Como que llegue el fin de semana. Un feriado. Dejar de pagar el alquiler. Trabajar un solo turno -fíjense qué buena esclava-.
El tiempo pasa lento. No me llama. No me escribe. No me nada. No lo llamo, no le escribo, no le nada. Porque el orgullo, y blá. Porque el agotamiento, las ganas de sólo algunas cosas y nada más.
El tiempo pasa rápido. Diez o doce horas corridas de trabajo, un baño, una reunión amistosa, dos cervezas, un postre, la cama. Bendita cama.
¿En qué momento salir se convierte en un esfuerzo?
Revelarse contra la rutina a mitad de semana, tomarse el tiempo para charlar de minucias y de importancias. Beber alcohol de forma moderada, por las dudas. Malditas dudas que nos salvan del despido y la resaca.
Crecimos, no?
Salir es un esfuerzo después del día largo, pero también después de la larga semana.
Elijo una peli, comida humeante, vino, la cama-refugio-desayunador, buena compañía siempre, claro.
Eso antes que las luces, la música-estruendo, los tacos, el push up, la faja, los lentes de contacto, el tampón, la risa medio falsa, el espumante-asco. Igual, casi siempre mejor cualquier cosa antes que todo eso. Cierto es que hay tiempos en los que gusta, por supuesto. Pero ahora no.
Crecimos, cambiamos, variamos, qué sé yo.
Hoy es otra cosa. Unos candombes en una callecita a mediados de octubre. La carcajada de los amigos en una cena improvisada. Unos pies que tapan otros pies en el medio de una cama en el medio del invierno. Cheescake de frutos rojos. Proyectos nuevos y brillantes nacidos a la luz de un chat casi accidental. Abundantes copas de vino tinto, bueno y rico. Encuentros casuales. La luna que cada vez se parece más a la primavera.
El tiempo que nos junta a todos, en algún momento u otro.
Esto, estas cositas que digo, minucias e importancias.
Esto debe ser algo parecido a la adultez.  


De la serie ABANDONOS, de Gabi Rubi


27 de agosto de 2014

Cambiar.

Es raro darse cuenta de cómo cambiamos. Y en el cambio ver lo que vemos distinto. Y con la mirada cambiada, ver cómo también cambian los otros.

Como esto, por ejemplo, de sentir que antes compartía la vida con vos, casi, y ahora no nos une casi nada. Salvo las reminiscencias de un cariño profundo, que construimos durante muchos años. Hoy no queda mucho de aquel pasado. El cariño está, claro que sí, no se borra lo que nos marcó para siempre de un día para el otro.

Además ¿quién querría borrar a quien nos hizo felices? Y estuvo ahí contra viento y marea, siendo carne y uña, cuando los caminos iban bien juntos.

Pasa que, contra todos los pronósticos, cambiamos. Y cambiamos mucho, rotundamente.

Nunca pensé que el cambio significaba que algunas personas ya no iban a compartir la cotidianeidad de mi vida. Y eso duele un poco. Bastante, en realidad. Recién lo estoy comprendiendo en toda su magnitud. Porque en el cambio, elegimos. Y elegir, muchas veces significa también soltar.

Y me imagino que esas soltaduras tienen que ver con esto: dejar que pase el tiempo, andar con las decisiones tomadas, avanzar hacia la felicidad fresca que late tan cerca.

Comprender, aunque duela un poco, que los caminos cambian y los proyectos se bifurcan.

No sé muy bien cómo pasó. Pero tengo esta certeza, cada vez más clara, de que ya no somos parte de nuestras vidas.

Ni vos de la mía ni yo de la tuya.

Y eso es una lastimadura que recién descubro.
Como cuando te encontrás un moretón que no habías visto, y justo en el instante en que lo ves y lo tocás, te empieza a doler. Como si no tuviera nada que ver la marca, sino la cabeza que uno le pone a esa marca.

Es extraño, pero así es. Hasta inevitable, diría. Porque elegir tiene sus consecuencias.

Somos diferentes hoy.

Vos allá y yo acá.
Cada cual con sus proyectos de vida, de futuro, de sueños. Que, aunque sin tener todas las certezas, se construyen, están tomando forma.

Así que hasta pronto o hasta siempre. Porque esto no pretende ser una despedida.

Es la pequeña forma que encontré para decirte que estoy acá igual, aunque los caminos sigan bifurcados. Estoy, contra viento y marea, si es necesario, si es urgente, aunque no nos una casi nada. Estoy. Sigo siendo la misma, aunque haya cambiado la mirada. Estoy.

Hasta que los caminos se vuelvan a juntar o no.

Te quiero, siempr

21 de agosto de 2014

Nombrar.

Descubro mi corazón, inundado de un amor desconocido. ¿Cómo no me voy a sonreír por eso? Y después, te nombro. Y nos abrazamos en medio de la noche, en medio de la vereda, en medio de la cama. Se escurren al vacío todos los malditos misterios del amor. Se rompen por mentirosos. No hay ningún misterio. Es este sacudón en el estómago, el amor, este rayo que te parte los huesos* sin violencia, pero violentamente. Esta tempestad suave de besos, de palabras, de miradas, de manos.
Te nombro. Quiero que nos salvemos juntos, esta noche, de todas las ausencias que tuvimos. Te nombro, compañero, y me sonrío.


*Frase de Rayuela, Julio Cortázar.



emmasapien



25 de julio de 2014

Día fuera del tiempo.

Aprovecho este día para no decir nada. Patear el tablero. Andar bailando por la casa. Quiero mucha música que encienda el cuerpo.
O sí, mejor digo algo: hoy, aquí y ahora yo estoy. ¡Y qué lindo eso!
Anuncio que no voy a limpiar ni ordenar. Tampoco voy a pre-ocuparme.
Para eso está mañana, que el tiempo vuelve a su curso natural.
Hoy quiero descansar, cenar rico, besar las manos del compañero, tomar vino, regar las plantas, enredarme el pelo. Mirar a la luna directo a los ojos, y sonreirle por su último ciclo.
Y decir, para adentro, todos los futuros que espero. Y decir, para afuera, todas las gracias que tengo.
Gracias lunita, por la luz plateada y los ojos brillantes.
Gracias por el tiempo sin tiempo de este día.
Gracias por los abrazos que llegan de noche, a iluminar la vida.
Gracias.

[El Calendario Maya anuncia que ayer terminó el año y que mañana comienza uno nuevo. Pero hoy, ¡ay, hoy! Es un día fuera del ciclo de su calendario. Un día diferente por donde se lo mire -si así elegimos mirar, claro está-. Por estos lados, decidimos tomarnos este día fuera del tiempo, apagar el celular, la compu y escucharnos a nosotros mismos (al menos por unas horas). Que se venga nuevo el año maya para todos ♥]

Más info: http://www.13lunas.net/diafueratiempo.htm


Imagen: Calendario de un mes maya, con sus 20 días.

16 de julio de 2014

Si quiero me toco el alma.

[anda la gente pequeña con ganas de andar la vida. y de mirarse a los ojos largo rato, en algún instante del día cuando se hallan, aún vestidos pero sinceros, abiertos a la mano que da la mano y que envuelve otra mano adentro apretando algo, el alma quizás. la gente pequeña comienza el día y cambia el rumbo en el camino al trabajo, y sonríe ante el verano en pleno invierno. le cae mal la humedad. le cae bien el gurisito jugando en mangas cortas, le da sensación de vacaciones. se enoja, la gente pequeña, a veces, con el mundo. con el mala onda que salpica con su auto a un transeúnte, con los que acusan sin dar la cara, los que amenazan, los que remarcan los precios, los que no levantan la caca del perro. pero la gente pequeña cambia su rumbo, y en su rumbo cambia el rumbo de otro destino. y se halla la gente, armando el mundo, en algún instante cotidiano, con las ganas intactas de despertar en un abrazo -ese abrazo- que abraza adentro y guarda otro abrazo que estalla el alma.]




Si quiero me toco el alma
pues mi carne ya no es nada
Luis Alberto Spinetta



27 de junio de 2014

Invierno.

esta noche tengo los pies fríos, me atacaron de sorpresa hace unas horas y corrí a cubrirme de medias gruesas, pantuflas, frazadas. y en un rapto de lucidez agradecí por tener todo eso.
pasa que llegó el invierno a este hemisferio. el tiempo de las estufas, los resfríos, las bufandas, los guisos, los acolchados, el café caliente.

el fresco asoma esta noche por las rendijas de las ventanas de mi casita
se echa a andar por el piso
arrastra la noche gigante a su paso
susurra que vino para quedarse

allá afuera hace frío
asomo la nariz a la ventana y lo respiro, dejo que la cara se me impregne de invierno
junto en una bolsa una frazada, algunos pulóveres que ya no uso y los dejo cerca de la puerta porque mañana tendrán otros dueños
miro las estrellas, al cielo o a la gente, quién sabe
y pido: que todos tengan una estufa, un café caliente
un abrazo firme y abrigado este invierno.


19 de junio de 2014

28, parte II

-O: yo no quiero perder ninguna caricia-


Me llamo Natalia que significa nacimiento, la que cuida de la vida, y principalmente, nacida en navidad.
Pero vi el mundo por primera vez una noche de junio, cerca del final del otoño. Géminis. Hasta las palabras que me faltan.
Nacer de nuevo es algo que cada tanto me sucede. Debe ser que Natalia tiene algo que ver con los nacimientos, como anuncia la etimología. No me creo eso de que la vida sigue. Pienso que la vida es una sucesión de nacimientos propios, cada vez que sea necesario, cada vez que sea urgente, cada vez que pique adentro.
De todos los futuros que imaginé, jamás vislumbré este presente. Y eso que, como geminiana, tengo una imaginación verborrágica. Un presente marcado por el reencuentro, pero también por las caricias, la intuición afilada, las carcajadas, las tristezas nuevas y casi accidentales, las lecturas asombrosas, el amor. ¡Y qué lindo eso! Qué bueno que el amor no se planee, que irrumpa así, en el medio de una cama, una noche cualquiera y sin previo aviso. Sucediendo, asombrosamente.
Me entristecen las cosas que ya no tienen solución, y que en realidad, nunca la tuvieron. A veces me invade una angustia que no sé nombrar. Hasta que lo sé. Y sigo.
No sé comprender, siempre y todavía, cómo cambian las relaciones, las prioridades, la gente, los problemas.
Después, por suerte, las palabras. La cura improvisada y necesaria de poner algunas palabras hiladas en el papel o la pantalla. Desagotar palabras, que no son sólo palabras, claro. Eso debe ser de lo más lindo que me sucede. Y sucede seguido.
Comprender de a poco que muchas cosas son como son y vamos cambiando. Todo va cambiando, lenta y certeramente.
Sé que me llamo Natalia siempre cerca del final del otoño, renaciendo cada laberinto que me ha sabido nombrar. Y es siempre un nuevo nombre cuando despunta el invierno y cala los huesos.
Y qué suerte que no hay tantas certezas, me digo a veces, para no morir de aburrimiento.
Y qué suerte las ganas de hallarse. Encontrarse en el tumulto cotidiano con los otros, que brillan.
Ésta Natalia, que escribe y nace, no quiere perderse ninguna caricia ni ningún amor ni nada que signifique que me puede estallar el alma.

Sé que me llamo Natalia, la de los 28, cerca del fin del otoño.  


Quien me quiera amar
amará también lo peor de mi
con ardor.
El corazón del mundo
canta en mi corazón
mis pies siguen bailando 
sin cesar.


12 de junio de 2014

28, parte I

- O: la edad me pone verborrágica- 


Cumplir años me resulta un hecho trascendental. Ya lo he dicho varias veces. Y tiene que ver con que cada vez que se acerca mi natalicio, empiezo a contar, de atrás para adelante, todo lo que hice, crecí, sané, escribí, dolí, lloré, amé. Y siempre me maravillo de lo mucho que es. De todo lo que es.
Cumplir años es comenzar a contar las canas nuevas y lamentarse por ellas, inevitablemente. Y contar, después, los abrazos, los mimos, las palabras, los tequieros, los textraños, las anécdotas, los caminos, los reencuentros, las ausencias, las presencias, las alegrías, las carcajadas. Todo eso. Lo de antes, lo de ahora, lo que está para quedarse. Lo que perdimos. Lo que soltamos. Lo que amamos. Especialmente, lo que amamos con la libertad de elegirlo. Las personas y los libros y los veladores y las almohadas y los ocios y, principalmente, los abrazos.

Muchas veces pienso que me desvanecería en la nada si no tuviera la red de abrazos que me rodea. Y ese descubrimiento refuerza mi única creencia: amar lo que tengo, que, por poco que parezca, es un montón.
Y me pasa también, cuando estoy cerca del aniversario de mi natalicio, que encuentro plenitud. Hoy, me doy cuenta que tengo todo lo que necesito para ser feliz. Y eso me renueva las alas, las ganas, el cuore. Me atraviesa la existencia vislumbrar, a veces, la circularidad de la historia, la casualidad de algunos eventos, la causalidad de otros, las decisiones que nos marcan para siempre.

¿Cómo fue que llegué hasta acá, que soy esta que soy?, me re-pregunto cada vez.
En algún momento, pienso, dejé de hacerme la boluda y crecí. Y ahora no paro de crecer. Y de sorprenderme por lo crecido, lo construido, lo descubierto. Mirá qué loco, la cantidad de años que acumulé. Y es tan poco, en realidad. Esa paradoja del tiempo/espacio me maravilla siempre. Soy adulta, es así.

28 otoños, natalia, qué cosa bárbara.

Más allá de que no tengo nada resuelto, de que no sé que habrá en el futuro, y de que tengo un ramillete de deseos frescos, tengo esta sensación, que brilla, de que no voy por mal camino.

Porque, hay que ser sincera con una misma, perdí varias batallas. Amé tanto a los hombres que amé que no sé cómo tengo entero el corazón. Y claro, también fui egoísta, cínica, abandónica, charlatana, chismosa, histérica. Y lo soy todavía, porque este es un solo paquete imperfecto, por suerte.

Sin embargo en el medio entregué lo que tenía a quien lo quisiera tomar. Inventé otoños de amor que no fueron y escribí poemas desesperados y cartas que jamás verán sus destinatarios. Fui feliz. Soy feliz, muy. Y esto de la felicidad es una cosa extraña, que se descubre por tramos, en instantes que muy poco tienen que ver con la felicidad en el imaginario sentidocomunacho. Como ahora, por ejemplo, que escribo estas cosas en un recreo del trabajo de oficina. Un intersticio que me doy, en este instante preciso, para escaparme de la vorágine.

Igual, queda mucho por cambiar. Tengo prejuicios, debilidades, miedos, errores, inseguridades, desaciertos, vanidades, críticas. A veces no empatizo con nada ni nadie, el mundo es una mierda, todos se equivocan menos yo, qué forra la humanidad, qué ganas de nada, qué inútiles somos, y otras peroratas del mismo tinte. Sí, me equivoco, claro que sí.
Por suerte, me rodea gente sabia. Aquella red de abrazos que sabe mostrarme mis errores, para que escriba y escribiendo los vea, los suelte, los cambie.

Soy un saco de emociones por estos días. De mieditos. De vulnerabilidades. El futuro es tan grande que me aterra un poco. Pero después, en el festejo, sé que no hay nada que valga más la pena que compartir todo lo que soy con los que quieran estar y con los que yo quiero estar. Y agradezco por eso, siempre.

28 natalia, mirá qué loco. Al final del otoño, 28.

Y no es poca cosa haber llegado, y sentirme un poco añejada, como los vinos que amo. Porque al fin y al cabo, sólo hay otra opción a la de cumplir años, y gracias pero no, quiero llegar a vieja chota. Cumplir años es, indefectiblemente, vivir. Y es bueno saber que en ese trajín amo, sueño y construyo, a pesar de las batallas perdidas (y las que quedan). Y a pesar, sobre todo, de que estoy llegando peligrosamente a los 30.



Tiempo al tiempo al tiempo
cada huella irá encontrando su arena
cada beso deteniendo un momento
y cada canción matando una pena.



8 de junio de 2014

Sonríe.

sonríe, usted
conmigo

y a mi se me abre el alma toda
algo da saltos acá adentro
tengo una habitación llena de besos
y ganas de cuidarnos
y amar este tiempo que nos junta
esta tarde -y las que faltan-

porque sonríe, usted
conmigo



no maltrates nunca mi fragilidad
yo seré el abrazo que te alivia



30 de mayo de 2014

Momento.

Es extraño el mundo. Va, no el mundo, la gente y las cosas que pasan con la gente.
Justo en el momento de la alegría, algún sacudón desacomoda un poco, vuela las chapas, recuerda. Me recuerda en otro momento de alegría. Y en otro, más reciente, más terrible, pero lejano ya, muy lejano.

Yo recuerdo el momento justo de aquella tristeza.

Fue mía. La hice carne muchas noches, hasta que la sacudí de adentro, después de la negrura y las lágrimas y las palabras que no estaban por ningún lado. Fue mía la tristeza. Entera y sólo mía, porque eso, aunque se quiera, es imposible de compartir. Duele y duele y duele y duele, hasta que deja de doler.

Yo suspiré adentro una verdad fundamental: sé lo que quiero -y ser lo que quiero-

Entonces, sin que intermediara magia alguna, lo triste ya no era ese dolor o los sucesos que provocaron el dolor. Lo triste era el otro que no sabía, que no quería, que dejaba pasar la vida. Y lo siento mucho, pero esta que escribe no nació para penélope ni para boluda, muchas gracias por el ofrecimiento.

Yo recuerdo el momento justo de esta libertad.

Es mía. Y la construyo mía toditos los días. Porque ser libre es una militancia de adentro, y una de afuera también, claro. En algún momento miré para arriba, junte las manos y los brazos, los estiré todo lo que me diera su largo, estiré hasta sentir flojito cada músculo. Sonó mi espalda, sonó mi cuello. Sonaron también todos mis deseos. Y, cuando uno estira y cambia de posición, cambia la mirada. Y, depende como se mire, lo que no fue puede ser un fracaso o lo que debía pasar. Esta que escribe siente/cree/decide que pasó lo que debía pasar.
Entonces, me cruza una puerta en un momento inoportuno, y salta el corazón de sorpresa por el saludo que había sido tanto tiempo cotidiano y ahora es tan extraño. Y sin embargo, son esos segundos, esos benditos segundos posteriores, que miro el cielo, estiro el cuello arriba arriba y me río, me río y comprendo que todo tiene un tiempo y un espacio, y que muchas cosas pasan porque deben pasar. Como la puerta, el momento, el pasado.

Yo recuerdo el momento justo de mi libertad.


-y es una suerte saberlo, saberlo acá adentro, hasta los huesos felices de este presente-.


Blue circus, de Marc Chagall.


20 de mayo de 2014

Buscar.

no tuve que buscar a dios en ningún lado, en lo que va del otoño
siempre me creí incapaz de sostenerlo
y no podría, además
lo infinito que no se puede ver me horroriza un poco
suspiré poco en la penumbra, también
vi mi cara en otros ojos y acá estoy
no he muerto de vergüenza, todavía
y siento este calor que me funda el día, aunque esté nublado y frío

no quiero buscar a dios, la verdad
me asusta la idea de estar alguna vez tan desolada como para necesitarlo
y porque se me escapa lo construido como infinito
por ficción
por inabarcable
por terrible

prefiero la alegría del hecho consumado
del amor que arde putea y ama, en dosis repartidas
prefiero la mano caliente que toca y reparte
los ojos que miran y ven, ven hasta adentro y adentro se quedan
prefiero el abrazo, latiendo
el cuerpo acomodado al otro cuerpo en ese acto fundamental
siempre y cada vez más
prefiero el abrazo que salva

y confirma que no estamos solos
a pesar de los abismos, el tiempo/espacio, la penumbra
y gracias a los besos, las palabras cotidianas, los otros que están, la caricia que habla
no estamos solos
aunque dios no exista.




El abrazo - Gustav Klimt


7 de mayo de 2014

Decir.

Perdí la cuenta hace rato de la cantidad de sincericidios que he cometido.
Todos y cada uno me han desanudado la garganta, y eso vale más que mil tecitos con miel.

Dije, digo, diré.

Me sincericidaré un montón de veces más. Ya lo sé. Vengo en este paquete al que le encanta aguantarse, aguantarse, aguantarse, hasta que no da más, y se incendia. Y se incendia con ganas. Nada de filtros. Nada de medias tintas.
Lo cierto es que no me importa tanto. Ya me acepté hace rato. Lo estremecedor y hermoso es saber que hay varios que me quieren así, tal cual, incendiada y todo.
Y eso no deja de ser una sorpresa y un alivio.





Sol que me estás salvando 
iluminan mi esperanza tus ojos claros 
Sol me vas protegiendo 
en este tiempo igual a los que ya fueron.

30 de abril de 2014

Soñadas II.

Soñé con una noche terriblemente oscura. Estaba en una casa gigante, también oscura. Había gente conmigo, adentro de la casa. Y miedo. Un miedo terrible que se palpaba, podía tocarlo con las manos. Desde el patio venían ruidos secos, como golpeteos sobre una superficie dura, madera quizás.
Una amiga, la única persona que conocía de la casa, me dijo que parecía que había que tener cuidado, porque la gente que estaba ahí no hablaba.
Las puertas estaban bloqueadas, era imposible salir. Sentí un miedo espeso, que estaba adentro mío y contagiaba a los demás. Cuando noté eso, cerré los ojos, me miré las manos, y un calor nuevo me nació del estómago, y subía, subía por el pecho, hasta la garganta.
Perdí la ropa que llevaba puesta en algún momento. Alguna voz desconocida me dijo que se la había llevado alguien que de verdad necesitaba cubrirse.
Vos no -me dijo la voz. Estaba desnudísima en plena oscuridad, el calor me sofocaba un poco y el miedo -que ya no era mío- estaba invadiendo las paredes de esa casa vieja y pesadillesca.
No -dije. Yo acá no me quedo más.
Salir te puede costar la vida -me dijo la misma voz.
Y me dió paz. Una paz que nunca sentí. Una paz que me invadió las entrañas.
De repente estaba en el patio de la casa. Un patio gigante y negro, plagado de árboles con hojas negras. Había viento, sentía frío en los pies, pero nada más. Me acerqué al árbol que estaba más cerca, a mi derecha, y alcé del piso una de las hojas negras y al árbol se le cayeron todas, instantáneamente. Llegué a ver unos brotecitos verdes en ese patio oscuro, pero me estaba alejando de ahí, despacito, llevada por otra cosa que no eran mis pies.
De alguna forma me fui, aunque seguía igual de desnuda, y con frío.
Alguien me dió la mano. El calor volvió y se instaló en el pecho. Y sentí la paz hermosa otravez.
Tenía miedo de que me comas el corazón, eso era todo -le dije. 

22 de abril de 2014

Otoño.

Ando con ganas de irme un rato
pisar algún pasto crecidito de un lugar desconocido
sentir el otoño abajo de la piel
volver a leer un libro que cuente historias increíbles
caminar mirando el cielo
dormir con la luna de farol
y el río manso detrás

Últimamente, a la noche, cuando cierro los ojos
veo el día entero que pasó, con sus bellezas y sus fierezas
como la lluvia que golpea suave en el camino al trabajo
lo gris de algunos caminos
las miradas apagadas
el último abrazo de amor de la semana
las hojitas nuevas del otoño en la vereda
dispuestas perfectamente para hacer música mientras la gente camina
y no comprendo a veces cómo puede todo eso junto convivir cada día
arremolinarse delante de mis ojos y convertirse en algo bello
o no

Ando con ganas de elegir esta felicidad
de tu mano que me lleva
y esta boca que no para de reir
y este otoño que es abril y el corazón en la mano
y este abril siempre tan otoño y tanto amor y tan hermoso.

  


aguita del río manso
fresca y clarita
libre como venís
no han de acorralarte mis manos
siempre andarás en mí
siempre andarás en mí.



7 de abril de 2014

Concretamente II.

ayer se me atragantaron en un nudito las ganas de acurrucarme con vos.
a veces se me juntan todas esas ganas y me invaden los ojos.
pasa que te necesito a veces, porque te quiero.
y te quiero así, concienzudamente, con el corazón y con el cuerpo y con las ganas de compartir los abrazos y las carcajadas y mis penas y las tuyas. porque siento que así debería ser esto de andar de a dos.
concretamente, y a pesar de que siempre vuelvo de juntar todos mis pedacitos, tengo el corazón intacto y las ganas frescas y hermosas de que seamos juntos.
he razonado bastante este amor que siento y la verdad siento que no es nada racional.
porque el amor es una cosa y la palabra amor es otra cosa, como dijo juan.
y yo suelo re-partir mis ganas de vos entre las mil tareas que inundan la mesa, hasta la noche.
a la noche tarareo alguna canción que me suena a vos,
y te llevo a dormir conmigo -aunque no andes por acá-.

26 de marzo de 2014

Concretamente.

a veces abro los ojos y ya es otoño.
hoy hace un otoño descomunal. se me arremolinó esta mañana en los ojos y me quiso dejar durmiendo, bajo el cielo nubladito y su abrazo fresco.
a veces el otoño es indicio del amor. y, claro, de las inseguridades y los miedos del amor. yo, por ejemplo, vengo descubriendo un corazón mío que no conocía. lo saco y lo contemplo, cada tanto, y me maravillo.
específicamente todo, pero todo todito aquello de lo que huí durante tanto tiempo, me anda pegando brutales cachetazos.
a veces me encuentro a mi misma sólo sintiendo, sin pensar. tengo este amor, voraz, que me anda comiendo por dentro, me despabila, despierto a las cuatro y treinta de la madrugada, sorprendida por la noche, por el repiqueteo de mi sangre que corre y que sueña y que vuela también, claro.
concretamente el nuevo vientito frío de este otoño hermoso y brutal me anda abriendo los ojos, me sacude las entrañas -y no de hambre precisamente-, le grita a mi subconsciente que estoy amando, con el cuerpo y el miedo y estas ganas de salir corriendo yayaya. pero no, no me voy a ningún lado. estoy cansada de salir corriendo.  
y a veces está bueno quedarse a sentir.

Y, viste como es





[encontré esto en carpetas guardadas hace mucho tiempo. la hojita dice, al pie, abril2013. pero es tan actual y tan de ahoritamismoacánomás, que saqué unas cosas y puse otras tantas. y ahora dice, al pie, marzo2014]

16 de marzo de 2014

Lili(ana).

Liliana va a estar protegiendo las puertas antes de entrar en la muerte, como lo hicieron todos los gatos del mundo, siempre. Antes de morir, hay un gato que vigila ese lugar y le huele las hendiduras. Está ahí para decirnos hasta pronto.
Liliana enloquece después de comer atún. Salta, corre, se alborota. Pasada la excitación se revuelca panza arriba, agotada.
Liliana duerme conmigo cuando estoy triste. Ella lo sabe. Me busca los pies y ahí se queda, latiendo suavecito, acompasando la tristeza.
Liliana revuelve la basura y deja la mugre esparcida. Tengo la sensación de que por dentro se mata de risa cuando lo hace. De hecho, Liliana era sólo Lili al principio, pero después de varias cagadas se ganó un nombre completo.
Una vez leí que los gatos son animales desamorados, que se irían con otra persona sin dudarlo, siempre que les den de comer. Pero Liliana se perdió una vez, dos días enteros, y volvió. Magullada y sucia. Volvió a su casa. Ese lugarcito en este rincón del mundo que tiene olores conocidos, y donde la acarician y la miman, a pesar de que tire la basura o a veces no use las piedritas.
Liliana, a veces, mira fijamente las paredes, los rincones donde en apariencia no hay nada. Sabemos que ve cosas que los humanos no llegamos a percibir. Las energías de otros, los fantasmas, el sonido.
Pocas mascotas he amado tanto. Lo cierto también es que pocas son tan hermosas como ella.

Y sé que Liliana va a estar ahí, cuando yo muera, dándome la bienvenida a lo desconocido.


1 de marzo de 2014

Amares.

a veces dudo de que la gente se ame. hay gente que me da la sensación de que llena huecos y huecos y huecos con un montón de boludeces que no sirven para nada. o que se creyeron eso de que venimos incompletos al mundo, como dijo lennon, y hay que encontrar la otra mitad. la mitad que nos llene, nos tape los huecos, nos haga felices. qué mierda de mundo que somos si no podemos ser completos y complejos, cada cual consigo mismo. igual, también pienso que yo soy parte de ese mismo mundo y que me tendría que callar un poco la boca. pero no tengo ganas, hoy.
a veces tengo la sensación de que esos huecos están porque hay un sentimiento solapado, inconsciente, de que dos no es suficiente, que no puede serlo nunca. y me agarra esta inseguridad y esta tristeza, la verdad, porque no sé si quiero algo más que eso: el abrazo compañero, ver el mundo, y no mucho más.
a veces, también, veo amores que me vuelan las pestañas. he visto pocos, tengo que ser honesta. pero cuando los veo, quiero abrazarlos, y contagiarme un poco de eso que tienen ahí adentro, en el medio del pecho, que los hace sonreír tanto. los envidio un poco, claro, porque andan brillando por la vida, tan hermosamente, tan libres de la mirada ajena. esta natalia mía, la oscura, a veces no los banca mucho. y esa misma natalia a veces siente que la miran todo el tiempo, y lo cierto es que no es nada lindo. una vez soñé que me sacaba ojitos que tenía incrustados en la piel. sí, así de horrible. pero después de sacármelos me sentaba en un balcón que ya no tengo a tomar una cerveza y mirar el cielo, la luna estaba enorme en ese sueño.
a veces, la mayoría de ellas, comprendo que el amor de los otros es incomprensible en realidad. porque yo soy yo, y amo de una forma, esta forma, y los otros son otros que aman a su manera. y eso me tranquiliza, me da la paz del mar, de cerrar los ojos y abrir el cuero al viento, y andar, seguir andando, que es lo único que vale el tiempo pequeño que tenemos en el mundo.

Afinando, de Turcios


26 de febrero de 2014

Soñadas.

Soñé con mates y tu abrazo a la orilla del río, una tarde cualquiera de esas que nos debemos. Escribo para que sepas que te sueño con la cotidianeidad más linda, y así de fresco como anda hoy el mundo, y como somos cuando estamos. Y ando ganas de las carcajadas que nos nacen y nos reinventan, y de esta lluvia suavecita, compartida, y de lo otro, todo lo otro que no se nombra acá porque es sólo nuestro. Se cae el mundo en esta orilla. Llueve toda la vida. Y yo agradezco que estés vos, en algún lado, siendo tan nuevo como siempre, como el cielo entero mojando la tarde.

Baxada Grande, Paraná, Entre Ríos.

11 de febrero de 2014

Casa.

Subo las escaleras hasta mi casa. Mi casa que se encareció sobremanera en estos últimos meses. Mi casa pequeña. Pero mi casa. Donde tengo mis tazas y mi café y mis libros y mi música y mi mate, y puedo distribuir toditos mis papeles sobre la mesa en el orden exquisito que tienen en mi cabeza. Acá, en mi casa, soy feliz. Tengo esta lluvia y estos momentos para mí, y esta alegría del lugar propio, construido con todos los pedacitos de mi vida, todos los días.



4 de febrero de 2014

Preguntas.

a veces, mi natalia la insegura revuelve en los cajones que mi natalia la prolija había fondeado allá lejos y hace tiempo. y aquella se pregunta, se vuelve a preguntar, si habrá que resignarse alguna vez a querer lo que ya se tiene, por defecto o por virtud. o conformarse con lo que está al alcance de la mano y de la vista, contentarse con lo que hay, porque es lo único que hay. ¿es así? mi natalia la del vaso medio lleno grita que no, indignada, que nunca, que lo último que se pierde es la capacidad de soñar. y mi natalia la soreta dice que lo último que se te pierde son las tetas.

en el trajín de revolver, había algunas preguntas que quedaron pendientes. ¿será que somos inconformistas? ¿con todo? ¿siempre? sí, mi natalia del espejo dice que sí a todo eso. nada las convence. y después, la misma natalia duda, y dice que ojalá lo seamos. ¿de dónde saco el tiempo para hacer todo lo que quieren hacer con esta vida? hay que elegir, dicen todas. elegir algunas cosas, las que mejor nos llenen, y nos guarden, y nos libren de la rutina y de la queja y del cubículo y de la gente-mierda, amén.

entre tanta pregunta dispareja, mi natalia la que escribe se regocija ante el teclado brillante y la tormenta nueva que musicaliza el día.





31 de enero de 2014

Otravez.

Volví de un mar que se transparentaba y de unos abrazos llenos de música.
Escribí algunos soles en La Habana. Y mezclé en un cajón viejo de adentro todo lo que necesitaba soltar y perder.
Llegué de otro viento y tiré. Volví a mi casita, fresca y nueva.
Ayer me dolía la garganta, porque este cuerpo mío materializa lo que ando sin hacer. Así que dije, por escrito, lo que faltaba. Y esta mañana voló el dolor. Y abrí los ojos.

No esperaba, no creí, no supe, que me iba a volver a temblar la voz tan pronto.
Es curioso.
Salimos de los silencios y entramos en la sorpresa. ¿De dónde llegó este abrazo fresco que me nombra?¿Cómo es que me anda tan cerca, tan cerca, tan cerca del cuero y del alma?
Y acá estoy. Con el corazoncito abierto de par en par, las alas nuevas. Y el terror encantador de que todo comienza siempre, otravez, una vez más.


Miramar, La Habana, Cuba.