28 de noviembre de 2014

Vestidos.

Por estos pagos, en los días de noviembre hace mucho calor. Y es hora de reencontrarse con el ventilador y la ropa fresca.

Ayer, acomodando un poco, me reencontré con mis vestidos de verano. Yo me olvido los colores que tienen durante el invierno. Pareciera que la ropa de invierno es más seria, más opaca. En cambio, la ropa de verano tiene colores, olor a pileta y tereré, brillos diferentes. Y claro, ahora tengo ganas de usar todos mis vestidos de verano, que son tan lindos.

Hoy, el mensaje de esta mañana decía: Me hacés bien. Él andaba enojado con quién sabe quién o qué cosa, molesto, embroncado. No te engranes con el mundo, le dije. Y llamame esta noche, que te extraño, también le dije. Y le hago bien, parece.

Hoy voy a andar con la sonrisa generosa.

Y mañana me voy a poner un vestido de verano para él.



one of these mornings
you're goin' to rise up singing...

21 de noviembre de 2014

Soñadas III

Rejas blancas.


El verano estaba recién parido en una vereda desconocida. Hacía calor. Brillaba el sol, fuertísimo, y bien arriba de mi cabeza. Iba a conocer la casa de una conocida que se había mudado hacía poco, y teníamos que charlar de cosas importantes, de trabajo.

Me miré los pies y estaba frente a una reja que daba a un pasillo con casas, una especie de calle interna. Me atendió alguien, quién sabe quién. Adentro hacía frío. Un frío terrible.

Rejas blancas con casas detrás. Casas que parecían pequeñas y lúgubres.

Me miré los pies helados, y estaba dentro de la casa de la conocida. Me hablaba de que el espacio era chico pero estaba bien. Me acuerdo que pensé que la casa era ínfima para cualquiera. Pero adentro había luz, estaba lindo, se respiraba airecito fresco y se sentía cierta calidez en el ambiente, aunque yo estaba incómoda, por la pequeñez del espacio.

Me miré los pies y estaba en el pasillo, oscurísimo, con rejas blancas.

Alguien salió a la reja de su casa. Una mujer que me miró. Tenía hecha una cola de caballo corta, de pelos blancos, era pálida y vieja. Intuí por el sonido que estaba barriendo su zaguán. Susurraba algo, despacio. Me miré los pies y la tenía enfrente.

Hay olor a muerte acá adentro- dijo.

Abrí los ojos.



Antes de ésta hubo dos más:

16 de noviembre de 2014

Desenredar.

desenredar los sinsentidos
meter la pata
me olvidé de regar la planta otra vez
salir de lo que sin querer se convierte en rutina
y que sea oportunidad

la noche se lleva las dudas los miedos las malas ondas
y trae la brisa fresca que acaricia la cara
y nos cierra los ojos
avanza hasta el pecho hasta el alma
donde se guardan las esperanzas
la primavera
tu mano

desenredar los días
hacer el bien
abrazar con el cuerpo las manos la sonrisa
reir a carcajadas
compartir la comida el vino el sol

respirar los recovecos que extrañaba
                  -y que no sabía que extrañaba-
y hallarnos de nuevo, en estos vericuetos
tomarse el tiempo para hallarse
brindar
acariciar
llorar
brillar

titila algo parecido a la alegría
siempre que me asomo a la gente que quiero





Throw it down
the caution blocks you from the wind
Hold it up 
to the rays
You wait and see when the smoke clears
You live you learn

Alanis Morrisette

9 de noviembre de 2014

Encuentros.

Me duró un año, tres meses y 18 días aquel amor. Hice las cuentas hace poco, sabiendo que no tenía ningún fin más que afirmar: amé a un hombre durante cuatro estaciones completas, y una más. Tuve ese raro privilegio. Y también tuve el hermoso privilegio de dejarlo de amar, para siempre.

Después la vorágine. La parte enorme que no tiene palabras. Y al poco tiempo, las hermosuras halladas, que poco tienen que ver con algo buscado, pero llegan para quedarse.
Después lo nuevo. Y los días brillantes que no tienen parangón, y se convierten en largos meses, ya, de ojos abiertos y estupefactos. Asombrados. Y las manos llenas, llenísimas.
En el medio, encontrar la soledad hermosa de hallarme. Y hallar en otras manos el amor. Y que no me confundan mis inseguridades acechantes y siniestras.

Lo cierto es que hace ya un tiempo largo y lindo, vi un rayito de sol inundarte la cara. Y te vi reír conmigo, con todo el cuerpo. Nos hacemos felices, aunque lo decimos poco. Y el abrazo que inventamos debe tener la forma de la perfección, o le debe andar cerquita. 
Te quiero como se quiere dormir escuchando la lluvia, acurrucados. O como un día de sol en plena primavera, a orillas del río, tomando mates. 


Todo y así, y cada día, que no es poco.

Un feriado de sol, donde había mates también.
Saliendo del Palacio San José, Entre Ríos.

4 de noviembre de 2014

Crecer II.

deben entender ustedes que durante mucho tiempo me hice la fuerte, la de la coraza donde nada pasaba. la que no quería ni necesitaba sentir cosas profundas por nadie. la que ni en pedo iba a considerar alguna vez ser madre. la independiente. la grosa. la inteligente. la sola. la fémina cabría y fatal. la que no se enamoraba jamás... porque el amor es una guerra perdida de antemano, pensaba.

qué pelotuda.

sostener todo eso cuesta mucho. y más cuesta creérselo. y yo me lo creí. de verdad creí que no quería una historia que me volara los párpados, o un amor común y corriente -que ya por amor no tiene nada de común ni nada de corriente-.

qué cosa curiosa crecer. es una suerte que sea más veces un cachetazo que una caricia.

y pasó, hace un par de años, que una serie de eventos bastante desafortunados, me llevaron a preguntarme qué quería yo para mí misma. la respuesta era una pregunta ¿ser feliz? y ser feliz implicaba ponerme en movimiento. mirar. abrazar. sonreir. y claro, darme la cabeza contra la pared.
y entonces, esa parte que tenía entumecida por hacerme la dura, se despertó. me enamoré del primer boludo que me dijo dos cosas lindas al oído.
y fui feliz, claro, porque que aquel muchacho fuera boludo no significa que no me haya hecho feliz varias veces. pero no funcionó.
y sufrí.
y me hice la dura de nuevo. y otros eventos mucho más desafortunados me llevaron a preguntarme si quería lo que tenía. si ésta que era, era lo que quería ser. si mi vida me hacía feliz. y entonces no fue suficiente mirar y abrazar y sonreir. había que hablar. sacar de adentro los miedos terribles, las cosas guardadas, las inseguridades que pinchan.
y entonces, alguien que también parecía estar reparándose y reencontrándose consigo mismo, me dijo algunas cosas lindas al oído y, por supuesto, me volví a enamorar. esta vez, dije, va a funcionar. él está un poco roto como yo, nos sanamos juntos, creí.

y de verdad lo creí por un buen tiempo.
pero las roturas de él eran mudas y las mías estaban sanando muy bien. y el silencio a veces era tan grande y tan espeso, que sofocaba. lloré muchas veces ese silencio, hasta el último. el que decidí que fuera el último, suspiré aliviada. yo había crecido por sobre mis roturas, había sanado un montón de rencores viejos conmigo misma, había perdonado, había seguido. tenía claro que el camino estaba ahí, abierto y clarito, para que lo transite.

y andaba triste yo, tratando de olvidar al tipito de los silencios, pero tranquila, sin durezas nuevas. había cierta naturalidad en ese dolor que no sé cómo explicar. estaba ahí, doliendo yo, con cierta certeza de que iba a pasar, como todo: el tiempo es la mejor cura para el desamor, me decía. y eso sentía de día y lloraba de noche. así fue un largo rato.

qué cosa curiosa el dolor.

en el medio de eso, un buen día, un hombre, fresco y hermoso, me dijo que estaba muy linda, a pesar de mi soltería.
y me hizo reir hasta que se me arrugaron los ojos. y otro día casi se nos van dos días enteros de abrazos y charlas y carcajadas.
tienen que entender ustedes que estas cosas no pasan a menudo, y yo soy una descreída de los momentos hermosos -tengo un cinismo latente que muchas veces es insoportable-.

entonces, el hombre fresco era mi buen momento de la semana, la parte linda de una serie de días horribles, con muchas noches tratando de sacarme del cuerpo y la mente al tipito de los silencios. que se iba yendo, despacito, pero se iba yendo a enmudecer otros territorios.

hasta que una buena noche, como quien no quiere la cosa, el hombre fresco me miró con otra intensidad. y yo hice otro tanto. y nos abrazamos.
y otra buena noche me dijo que me quería. y yo le dije lo mismo.
y ahora sucede que hay noches que me encuentro extrañándolo con los huesos. como se extraña el invierno en días de mucho calor, o el sol de un país nuevo cuando en casa está nublado.
y hay otros días en que soy una valija llena de miedos. pero convencida de que si ese camino clarito que estaba abierto me trajo hasta acá, no debo haber hecho tantas cosas mal.

porque, claro, estoy enamorada otra vez. y queriendo como se quiere un amanecer de otoño, o la ducha caliente después de un día largo y frío, o el café con leche de un desayuno en invierno, o la siesta. estoy queriendo hasta los defectos, con las ganas radiantes de construir y viajar y crecer y hallarnos siempre, cada vez, con este hombre fresco que llegó.

qué cosa curiosa el amor, al fin y al cabo.





[la hojita que lo contenía dice, al pie, abril 2014
lo encontré hoy, y me resultó curioso que el otro crecer
también fuera de un abril, pero de 2013. 
coincidencias.
o no.]