31 de diciembre de 2014

Balancita.

Balanceada, balancita, balanceando
Puedo decir que me faltaron algunos asados
Hacer deporte -me río de la ocurrencia-
Volar.

Y ahora las preguntas de rigor
¿qué quiero hacer? ¿qué estoy haciendo?
¿dónde voy? ¿cómo? ¿con quienes?
¿importa eso?
¿soy feliz?
Esas son las preguntas, al fin y al cabo.

En el medio de los planteos findeañeros, las dudas de futuro
los dóndes, los cuándos, los quéonda, los quiénes, los cuántos
hay intersticios de cordura: he llegado hasta acá, enterita
con los ojos abiertos
la piel dispuesta
las canas nuevas
y el camino fresco a la orilla de los pies.

Hubo -hay- buenas hermosas necesarias compañías
También corridas, carcajadas, llantos
felicidades y tristezas, claro
broncas, movidas, mudanzas, quietudes, alegrías
injusticias y justicias
amores, decisiones, finales

Hubo -y hay- sinceridades, caricias que descosen, miradas.
Por suerte.
Al final, lo que cuenta es que haya manos que nos ayuden a contar
Y ojos que nos ayuden a mirar.
Y ser, cuando haga falta, las manos que otros necesitan
Los ojos que a los nuestros les faltan.
Y las palabras. Que haya palabras necesarias y bellas
-gracias, te quiero, abrazame-
para todos, siempre.


Gabi Rubi

26 de diciembre de 2014

Voluntad de consenso.

Las parejas, como los estados, deberían regirse por el criterio soberano de la voluntad de consenso. Pactar acuerdos previos, imprescriptibles, salvo que se acabe el amor.

Debatir propuestas en orden a dar solución a los problemas planteados que no nos dejan ser felices. No mentir, no robar, no insultar, no traicionar, no hacerse los boludos y las boludas.

Sostener la convicción política de la ternura ante los días terribles, el cansancio, los fracasos.

Armar y desarmar, cuantas veces sea necesario, las tácticas, las estrategias y el mapa colectivo para los encuentros, la falta de planes, las causalidades que nos llevan al abrazo esperado toda la semana, al beso que sana, al momento que es recompensa.

Construir la fortaleza necesaria del vínculo para que sea la trinchera inclaudicable donde compartir la victoria del amor, de la vida, de la cama malhecha, pero consensuada.



Marc Chagall

23 de diciembre de 2014

Ser feliz y no morir en el intento.

Trabajar comer amar vivir
Todavía no sé cómo hacer para ser feliz y no morir en el intento
Parece todo mucho, parece imposible

Ando tan cansada últimamente
Que siento que mi cuerpo podría dormir dos días enteros

Y son una vorágine estas semanas
En el medio, extrañar al hombre que quiero y que me quiere
porque el tiempo tirano
y la distancia y las cosas que hemos elegido
nos ponen lejos

En el medio, también, las certezas.
Este hombre me quiere, de verdad
dos pulmones un latido su olor a mitad del cuello me quiere
con mis poemas y mis pasados
mi amor por los gatos,
mi ineptitud para tener viva una planta, mis silencios,
mis planteos, mi sangre, mis miedos
y mi amor por él, que es mucho amor, lindo, divertido, liberador
Este hombre me quiere hermosamente. 
Y de la misma forma lo quiero, con todo lo que él trae.

Y yo, que me pierdo seguido en mi maraña de inseguridades y preguntas tontas,
me olvido de lo fundamental: todos los intentos y todos los caminos
no valen nada si no me hacen feliz. Y este camino me hace feliz.

Así que esa, que titila acá nomás, esa certeza es la estrella.


Starry Night Over the Rhone - Vincent van Gogh


22 de diciembre de 2014

Volver

volver de la desaparición
de la falta
volver
tener cuerpo de nuevo
un lugarcito en la tierra, como debe ser
tener forma de dedos en V, de puño, de victoria, de semilla
volver en abrazos
en pájaros
en flores, la risa de la tierra
como decía Cummings,
volver del des-tierro
volver en forma de justicia
de música
de manos que se dan las manos
de fortaleza
de proyecto
volver en forma de futuro
hace casi 30 años, juan gelman escribió:
entre las cinco y las siete
cada día
ves a un compañero caer.
hoy el mundo es un poco más justo que ayer
porque ahora
entre las cinco y la siete
vemos a un compañero volver
y hay alegría en el regreso
baile abrazos lágrimas carcajadas
es una suerte, una victoria
guardar acá adentro
bien apretadita en el pecho
la risa de los compañeros
de ser testigo-ventana-mirada
sobre esta historia
de la vuelta


El viernes 19 de diciembre se realizó un festival y homenaje al Mencho Germano por la restitución de sus restos.
Eduardo "Mencho" Germano fue un militante peronista, secuestrado, detenido y desaparecido en 1976, cuando tenía 18 años.
En julio de este año, el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó sus restos en una fosa común en Rosario.
Bienvenido compañero.



12 de diciembre de 2014

de cuajo.

hay que arrancar de cuajo la poesía de los dedos
tironearla con los dientes
lucirla sin brillos
tal como es
tibiecita
como la leche que necesitan los bebés
sanadora
como los besos dados sin esperar nada a cambio
violenta
como los 43 pibes desaparecidos
amorosa
como el sexo juguetón y compañero
hay que exhibirla desnuda
en tetas
en pelotas
sílaba por sílaba
y nombrarla con miedo
con estupor
con respeto
con burla
con sacudidas
con carcajadas
con onomatopeyas
y con silbidos
hay que extirparle la solemnidad
bullynguiarla un poco
hacerla reir
porque nada debería ser tan serio
al fin y al cabo


Y
se mueve

sin embargo

 

7 de diciembre de 2014

Encuentros II

En algún momento sucedió.
Miré para todos lados, buscando alguna explicación racional,
pero no la encontré -por suerte-.
Debe estar, seguramente, en mentes que se empeñan en tratar de explicar esas cosas.

Lo cierto es que prefiero no saberlo.

Es más linda la sensación de que me arde la piel cuando te beso, y eso no tiene ningún tipo de lógica.
El río manso sonaba, despacito, en la playa de una ciudad reclinada a las orillas del Uruguay, un feriado de sol y mates.
Algo parecido a la plenitud. Tu voz diciendo alguna cosa que no tiene mucha importancia.
Estabas queriéndome ahí, vos enterito queriéndome. Y yo, queriéndote igual, de la misma forma.

Y supe, ahí mismo, que no tiene punto de partida el amor, ni de llegada.

Venimos y nos vamos tan solos de este mundo. Y a veces tenemos la suerte de que al llegar nos reciban con abrazos y besos. Pero seguimos solos después, casi siempre, durante gran parte del camino.
Es una suerte que esta que soy ahora ya no ande mirando para atrás. Y entienda que el presente es una belleza. Y no le falta nada.
Entonces, decía, miraba el río y te miraba. Nos besamos, claro, muchas veces. Hablamos de lo crecido que estaba el Uruguay, de lo mucho que nos queremos, del presente, de lo que íbamos a almorzar, del futuro.

Ese debe haber sido el momento justo que supe, con mis pocas certezas, que te había encontrado.
Aquí y ahora.
En toda la extensión que tiene el mundo, vos y yo nos encontramos. Y hoy nos elegimos.

Es una suerte que eso no tenga ningún tipo de explicación.


Río Uruguay, hace poco.


Antes estuvo éste: Encuentros.

1 de diciembre de 2014

Baldosas flojas.

Siempre he tenido cierta tendencia a pisar las baldosas flojas los días posteriores a tormentas brutales. Siempre.

O a comprarme zapatos que resbalan en ciertos pisos. De hecho, hace unos años me caí por la escalera del edificio donde vivía. Hice un tramo entero de culo. Tuve el coxis sentido por muchos meses. Sentido, como decía mi abuela. Me dolía el culo, o sea. Y después de ese episodio, camino con más cuidado cuando uso mis zapatos resbalosos. Porque decidí que no los voy a dejar de usar aunque sean un peligro para mi seguridad. Son muy lindos.

La cuestión es que las baldosas flojas son un imán para mis pies. Salía del trabajo, y pisaba una, probablemente muchas veces la misma. Caminaba hasta mi casa, y en la esquina, baldosa floja. Jamás las veía. Tampoco es que andaba precavida para esquivarlas. Y, muchísimo menos, tenía idea de dónde estaban ubicadas. El día a día que nos come, las corridas, las idas, venidas, la falta de pausas, respiros, almohadas para las cervicales y yoga, hizo que las baldosas flojas fueran la última de mis preocupaciones.

Las cosas cambian, sin embargo.

Anoche llovió a rabiar. Una tormenta inesperada. Volvía a mi casa del trabajo cuando empezaron a despeinarme los primeros vientos que la anunciaban. Los manteros de la peatonal levantaron velocísimos sus puestos. Algunas personas que andaban paseando, apuraron el tranco, asustados, sin ganas de que los agarre la lluvia.
-¡Se viene el agua! –gritó un revistero a otro. Y un chico peleaba con la lona de su negocio, que no quería bajar, y la puteaba con ganas. Lona de mierda, decía. Si la lona hubiera sido gente, me la imagino cagándose de risa.

Llegué a mi casa y arrancó a llover. Justito. Abrí el balcón, dejé que las plantas saborearan las gotas. Miré el cielo cargado de agua. Y me eché a dormir bien tapada y feliz, llena de lluvia, como corresponde. No sé qué es, pero dormir escuchando la lluvia surte un efecto extraño en mí, mezcla de un pequeño orgasmo y la plenitud. Una cosa hermosa, pruébenlo.

Me levanté tarde, como siempre, y me fui a trabajar. Caminé algunas cuadras, tomé el cole, llegué al trabajo, caminé otras tantas cuadras. No hubo baldosas flojas en ninguna de las cuadras, en ningún momento. Y no era algo de lo que estuviera pendiente, claro.

Debe ser que las baldosas son un poco como la vida.

Encontramos las rotas cuando el camino no está tan claro, y anda todo nublado el mundo, y todavía no podemos dormir amando la lluvia.