28 de abril de 2010

Manifiesto de humor otoñal II


Otoño debería ser parte de la metáfora más sublime y más hermosa.

Otoño es el otoño de Juan. Y también el de los besos que aparecen, tan nuevos, tan intermitentes.

Otoño son mis hojas secas. El papel que nunca está en blanco. Los amuletos que encuentro en la vereda.
El silencio preciso. La lluvia justa. El sol, el tan puro sol de otoño.

Otoño son mis gentes que renacen. Las alas renovadas. El abrazo caliente. Los ojos que arden.

Otoño es este abril que corre. Las tempestades de cielo celeste.
Esta vorágine de abril, que siempre es abriles, muchos miles y miles de abriles.

Otoño la belleza. El fulgor incandescente. Tu mano que me lleva, me lleva y la dejo.

Este otoño tan siempre mío, tan mi cuerpo negando el invierno, tan decididamente y sin tapujos el tiempo de la violencia. Y también de la calma. Tan falto de grises. De palabras que sobren.

Otoño siempre tan árbol. Tan desnudamente humano. El nombre de lo ajeno abajito de la sombra. El nombre de la sombra. De lo imposible. De la poesía.

Otoño siempre, infinito. Otoño tan metáfora inconclusa.

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