Dejé de soñarte.
Estás entre mis pliegues, como los demás. Pero no sos ausencia.
Ni siquiera te extraño.
Cómo pasó eso, no lo sé. Qué fue lo que tuvimos y dejamos de tener hace ya un tiempo: un invento.
Un intento por no estar solos. Y deshabitados. Quizás, también, fueron ganas de amar.
Pero no lo hicimos. Estaba esa distancia entre vos y yo. Esa reticencia. Esa diferencia.
Y siempre, desde el principio, tuve la certeza de que no te amaría. Y sin embargo ahí me quedé. Supongo que por ese maldito mandamiento social que dice que estar sola es cuasi suicidio. Pero me quedé, y como era de esperar, la relación cayó estrepitosamente al vacío.
En buena hora. Sí, leyeron bien, en buena hora.
Nadie quiere algo que no necesita. Así como hay cosas, también hay relaciones basura.
-sacar lo que no sirve, tirar lo que lastima-
Ya es tiempo de volver a andar.