27 de agosto de 2014

Cambiar.

Es raro darse cuenta de cómo cambiamos. Y en el cambio ver lo que vemos distinto. Y con la mirada cambiada, ver cómo también cambian los otros.

Como esto, por ejemplo, de sentir que antes compartía la vida con vos, casi, y ahora no nos une casi nada. Salvo las reminiscencias de un cariño profundo, que construimos durante muchos años. Hoy no queda mucho de aquel pasado. El cariño está, claro que sí, no se borra lo que nos marcó para siempre de un día para el otro.

Además ¿quién querría borrar a quien nos hizo felices? Y estuvo ahí contra viento y marea, siendo carne y uña, cuando los caminos iban bien juntos.

Pasa que, contra todos los pronósticos, cambiamos. Y cambiamos mucho, rotundamente.

Nunca pensé que el cambio significaba que algunas personas ya no iban a compartir la cotidianeidad de mi vida. Y eso duele un poco. Bastante, en realidad. Recién lo estoy comprendiendo en toda su magnitud. Porque en el cambio, elegimos. Y elegir, muchas veces significa también soltar.

Y me imagino que esas soltaduras tienen que ver con esto: dejar que pase el tiempo, andar con las decisiones tomadas, avanzar hacia la felicidad fresca que late tan cerca.

Comprender, aunque duela un poco, que los caminos cambian y los proyectos se bifurcan.

No sé muy bien cómo pasó. Pero tengo esta certeza, cada vez más clara, de que ya no somos parte de nuestras vidas.

Ni vos de la mía ni yo de la tuya.

Y eso es una lastimadura que recién descubro.
Como cuando te encontrás un moretón que no habías visto, y justo en el instante en que lo ves y lo tocás, te empieza a doler. Como si no tuviera nada que ver la marca, sino la cabeza que uno le pone a esa marca.

Es extraño, pero así es. Hasta inevitable, diría. Porque elegir tiene sus consecuencias.

Somos diferentes hoy.

Vos allá y yo acá.
Cada cual con sus proyectos de vida, de futuro, de sueños. Que, aunque sin tener todas las certezas, se construyen, están tomando forma.

Así que hasta pronto o hasta siempre. Porque esto no pretende ser una despedida.

Es la pequeña forma que encontré para decirte que estoy acá igual, aunque los caminos sigan bifurcados. Estoy, contra viento y marea, si es necesario, si es urgente, aunque no nos una casi nada. Estoy. Sigo siendo la misma, aunque haya cambiado la mirada. Estoy.

Hasta que los caminos se vuelvan a juntar o no.

Te quiero, siempr

21 de agosto de 2014

Nombrar.

Descubro mi corazón, inundado de un amor desconocido. ¿Cómo no me voy a sonreír por eso? Y después, te nombro. Y nos abrazamos en medio de la noche, en medio de la vereda, en medio de la cama. Se escurren al vacío todos los malditos misterios del amor. Se rompen por mentirosos. No hay ningún misterio. Es este sacudón en el estómago, el amor, este rayo que te parte los huesos* sin violencia, pero violentamente. Esta tempestad suave de besos, de palabras, de miradas, de manos.
Te nombro. Quiero que nos salvemos juntos, esta noche, de todas las ausencias que tuvimos. Te nombro, compañero, y me sonrío.


*Frase de Rayuela, Julio Cortázar.



emmasapien