me desperté y reía
a carcajadas
con
espasmos de felicidad que andaba extrañamente
contenida
por ahí
me reí por horas. un día
entero. enterito.
jugamos
como
saltimbanquis enloquecidos
o hippies nostálgicos
o adultos
que aun no lo son tanto
o artistas frustrados pero
felices
extrañando algunos pasados,
pero no tanto
siendo nosotros en otros.
es
asombroso lo crucialmente existencial que puede ser un domingo.
uno solito.
y son esas cosas, pequeñas,
las que me convencen de que la vida es breve
aleteo
infinitesimal
y que por eso hay que caminar el
mundo con ojos de niño,
para no perder jamás la
capacidad de asombro
porque en
el fondo, creo que para eso hemos venido,
para mirar
con los ojos bien abiertos
y conmovernos,
para
caminar
y reírnos hasta el espasmo
y ser un poco río, guitarra, sol
y chistes muy malos
y canciones pedorras
pero compartidas
y amar/nos hasta el hartazgo
para después volver a
empezar. una y otra vez. no sea que vayamos a perder la costumbre.
gracias les digo, jipis.
Vinito y amor
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