Escribí algunos soles en La Habana. Y mezclé en un cajón viejo de adentro todo lo que necesitaba soltar y perder.
Llegué de otro viento y tiré. Volví a mi casita, fresca y nueva.
Ayer me dolía la garganta, porque este cuerpo mío materializa lo que ando sin hacer. Así que dije, por escrito, lo que faltaba. Y esta mañana voló el dolor. Y abrí los ojos.
No esperaba, no creí, no supe, que me iba a volver a temblar la voz tan pronto.
Es curioso.
Salimos de los silencios y entramos en la sorpresa. ¿De dónde llegó este abrazo fresco que me nombra?¿Cómo es que me anda tan cerca, tan cerca, tan cerca del cuero y del alma?
Y acá estoy. Con el corazoncito abierto de par en par, las alas nuevas. Y el terror encantador de que todo comienza siempre, otravez, una vez más.
Miramar, La Habana, Cuba. |
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