Hoy deshabito una casita que me hizo feliz.
Es extraño esto de deshabitar un lugar. Está la nostalgia, el momento de irse tan cerca, lo habitado tan habitablemente. Y fue cálido este lugar, estaba lleno de mis cosas, ahora distribuidas en bolsas y cajas. Era cotidiano y cómodo, con olor a hogar.
Desde ayer se me repite una película sobre la vida que tuve acá adentro. Lo dicho y lo callado. Los amores hechos. Las sonrisas sinceras. Los abrazos curadores. Los llantos a todo pulmón. Las caricias que hay acá adentro, puf, montones.
Los ruidos de los tacones, el maquillaje manchando alguna pared, todas las veces que azoté la puerta, queriendo o sin querer, los brindis hechos, las comidas, el vino arriba de la biblioteca, el ruido del viento en las ventanas, las tormentas casi adentro de la casa, las incontables veces en las que me acurruqué hermosamente en mi cama enorme para mi solita, ese placer.
Hoy te deshabito, casa que habité sola conmigo por primera vez. Estas pocas paredes, un techo, baño y habitación. Pequeña pero enorme.
Te despido hoy. Te lleno de la música que supo descubrir(me) acá adentro, nostalgeo. Quizás, quien venga después de mi, se contagie el oído o el corazón.
Hubo mucho amor acá adentro, deben saber. Este lugarcito estuvo lleno de cosas lindas que supe construir. Fue mío y ya no lo es más.
Cosa rara des-habitar.
Hubo abrazos también, tantos abrazos.
La supe llenar de buenos olores. Inciensos, cafeses, comida recién horneada, vino.
Repaso a cada cual y a cada quien de los que han pasado por acá. Un poco habitando conmigo, un poco de paso, un poco con ganas de quedarse o de irse. Los recuerdo, los abrazo, los beso. Después de esta casa es otra casa y otra cosa.
La despido a mi casita hoy. Y llueve, claro.
Para que corran con el agua las emociones de decir hasta siempre, cueva mía.
las cuerdas de mi laúd
siguen buscando la luz
más allá de la quimera
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